The Accountant
Ben Affleck continúa desarrollando sus destrezas como héroe de acción en un filme que desesperadamente las necesita.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 9 años.
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Hay películas que quieren ser muchas películas a la vez, y The Accountant es una de ellas.
La columna vertebral del nuevo largometraje del director Gavin O’Connor (Warrior) se enfoca en “Christian Wolff”, el susodicho contable mencionado en el título -interpretado por el nuevo y mejorado Ben Affleck- que en realidad es mucho más que un simple contable. “Wolff” es un autista de alto funcionamiento que aún sufre los traumas de su niñez, experto tanto en las matemáticas como en las artes marciales y el tiro al blanco. Él es “Jason Bourne” y “Rain Man” en un mismo cuerpo, enemigo de unos y aliado secreto de otros, perseguido por las autoridades y malhechores por igual mientras intenta descifrar un complot financiero para el que fue contratado por la misma empresa tecnológica que lo cometió. ¡Ah!, y también tiene que hacer espacio para rescatar a una chica.
Como dije, The Accountant intenta hacer malabares con muchas cosas a la vez, y con tantos bolos en el aire resulta sorprendente que el filme sea moderadamente exitoso como un thriller de acción del montón. Sus aciertos se circunscriben mayormente al trabajo de Affleck como un antihéroe de pocas palabras –ideal para el rango de sus destrezas histriónicas, como lo ha demostrado en The Town, Argo y lo único salvable de Batman v Superman- y la dirección de O’Connor, cuyo manejo de las secuencias de acción agilizan la rebuscada trama durante las partes menos emocionantes.
Las deficiencias recaen en el guión de Bill Dubuque, quien parece incapaz de concentrarse en la médula de su argumento. Debuque aparenta ser de los escritores que considera los periódicos “flashbacks” una manera efectiva de hacer avanzar la historia, y cuando esto no funciona, recurre a realizar una pausa de diez minutos en el tercer acto para que un personaje secundario literalmente se siente a explicar todo lo que su guión fue incapaz de transmitir por medio de la acción. Obviamente, esto también lo hace a través de una extensa serie de “flashbacks”.
Esta vagancia narrativa es doblemente penosa en vista del sólido reparto que O’Connor tuvo a su cargo y que incluye actores de la talla de J.K. Simmons, como el agente del Tesoro Federal que intenta identificar al misterioso "contable" que ha sido visto junto a las personas más poderosas y nebulosas del mundo. La presencia de Simmons, sin embargo, no es tan desaprovechada como la de John Lithgow, el presidente de la compañía que contrata a “Wolff” para que realice una auditoría de sus cuentas. Con el más mínimo desarrollo por parte de Dubuque, Lithgow pudo haber hecho maravillas con el papel cuando la película más lo necesitaba en su desenlace, pero lo que acabó en pantalla apenas deja una impresión.
Pero volviendo a Affleck, su rol como estrella de cine ciertamente logra compensar las deficiencias de la producción. Sus atributos físicos lo hacen el candidato perfecto para desarrollarse como un héroe de acción más allá de la sombra del justiciero encapuchado de Ciudad Gótica. Los personajes parcos le asientan muy bien al actor, y en Anna Kendrick –como el interés amoroso / "plot device"- Affleck encuentra el contrapunto perfecto a su silencio. El personaje de Kendrick no es más que una mera motivación para el de Affleck, pero en entre los dos construyen algo que se asemeja a una relación entrañable.
Aun cuando The Accountant se va desinflando a medida que se acerca al final, lo hace tan lentamente que nunca deja de ser entretenida. Como la mayoría de las películas comerciales contemporáneas, esta deja la puerta abierta para secuelas, y mientras no molestaría volver a ver a Affleck en la piel de “Christian Wolff”, la selección de un buen guionista sería bienvenida.