The Equalizer apunta hacia las alturas desde que comienza, abriendo con una cita de Mark Twain que lee: “Los dos días más importantes de tu vida son el día en que naces y el día que descubres por qué”. El largometraje hace referencia a las obras de otras eminencias literarias -como Hemingway y Cervantes- que reflejan las ambiciones temáticas de las que partió el guionista Richard Wenk a la hora de adaptar la serie de televisión homónima que gozó de gran popularidad durante la década del 80. Aunque la película jamás trasciende sus propias pretensiones, la reunión en pantalla del director Antoine Fuqua y Denzel Washington al menos cumple con distraer durante poco más de dos horas con un sólido thriller de acción para adultos.

En tiempos cuando los clásicos héroes de acción parecen estar en peligro de extinción –la mayoría ahora vienen ataviados de máscaras, capas y/o armaduras-,  resulta notable que dos actores mayores de 60 años sean los que se hayan adueñado de estos papeles actualmente. Washington interpreta al misterioso justiciero callejero “Robert McCall” con la misma convicción que exhibe en sus roles dramáticos, tal y como lo ha hecho Liam Neeson en sus últimos trabajos dentro del género. Si algo queda claro al concluir The Equalizer –y fue subrayado por su recaudo en taquilla el pasado fin de semana- es que el filme tiene el potencial de convertirse en la franquicia de Washington del mismo modo que Taken lo fue para su colega irlandés.

El secretismo que rodea a “McCall” es un gran punto a favor de la cinta. El personaje habla mayormente en proverbios, obsesionado con la buena alimentación y cronometrar compulsivamente cada una de sus rutinas diarias, incluyendo sus labores como empleado de una mega tienda de ferretería. Cuando el insomnio se apodera de él, “McCall” pasa sus noches en una pequeña cafetería tomando té y perdiéndose en las páginas de uno de 100 clásicos literarios, tarea autoimpuesta tras el fallecimiento de su esposa, quien murió sin leerlos todos.

Poco sabemos inicialmente acerca del pasado de “McCall”, pero cuando se ve forzado a tomar acción para defender a una joven prostituta, interpretada por Chloë Grace Moretz, descubrimos a través de su letal habilidad para despachar matones que el hombre no es un simple empleado de almacén. Su acto de altruismo –el primero de muchos que realiza en su comunidad y hacen que la duración se extienda innecesariamente- lo colocan en la mira de la sanguinaria mafia rusa, liderada por el amenazante actor Marton Csokas, cuyo personaje es descrito en cierto momento como un “sociópata con tarjetas de representación”. Esperamos un choque de trenes entre ambos adversarios, pero el camino hacia él resulta más entretenido gracias al desempeño de los actores.

Fuqua recurre a florituras visuales para realzar la inhumana destreza mental de “McCall” -quien parece ser el “Rain Man” de los asesinos clandestinos-, fijándose detenidamente en todos los objetos que el protagonista puede utilizar para matar a sus oponentes y el tiempo que le tomaría hacerlo. El director abusa un poco de esta técnica, mientras en otros momentos gravita hacia los clichés del género (“McCall” en cierto momento camina más rápido que la explosión que estalla tras él), pero en general realiza un buen trabajo de mantener el momentum de la historia hacia adelante.

Mientras más se acerca al final, más tonta se torna The Equalizer, concluyendo en una prolongada secuencia sacada de la versión “R” de Home Alone. El estilizado desenlace es risible sin dejar de ser divertido, con la impávida seriedad de Washington encargándose de mantener el tono del filme con un pie sobre la tierra, al menos hasta la absurda coda, cuando nos preguntamos a quiénes traerán en la posible secuala para hacerle frente a este ejército de un solo hombre. Los Avengers quizás estén disponibles, aunque podrían necesitar refuerzos.