Un adolescente intenta escapar de la falsa utopía en la que descubre ha estado atrapado toda su vida, luchando contra las fuerzas opresoras que mantienen a la población creyendo que habita en un mundo perfecto y encendiendo la chispa que dará inicio a la rebelión de los subyugados. Esta es la premisa de The Giver, y si la ha escuchado antes es porque la ha visto contada decenas de veces, desde obras literarias de George Orwell y Ray Bradbury hasta filmes como Metropolis y Logan’s Run.

Basada en la novela homónima de Lois Lowry, el estreno de hoy es la más reciente adaptación cinematográfica de un libro dirigido a los llamados “jóvenes adultos”, tipo de ficción que en los pasados años ha sido explotada por los estudios en busca de la próxima Harry Potter con resultados que van desde éxitos taquilleros como la saga de Twilight, hasta fracasos de la talla de Percy Jackson y Vampire Academy. The Giver apuesta a ser la próxima The Hunger Games o Divergent, dos franquicias con argumentos extremadamente similares que fueron escritos muchos años después que el texto de Lowry, publicado en 1993. Al llegar tarde, ya lleva de entrada las de perder.

Para ser una historia impulsada por la lucha contra la uniformidad, “The Giver” no podría sentirse más monótona. El abrumador sentido de familiaridad no sería tan problemático si al menos el director Phillip Noyce hiciera algo distinto con la trillada trama más allá de suprimir el color para subrayar cómo los habitantes de “La comunidad” –un moderno poblado ubicado en la cima de una meseta rodeada por nubes- ven el mundo en blanco y negro, influenciados por una inyección diaria que no les permite sentir emociones. Basta con escuchar la narración inicial para anticipar todo lo que ocurrirá durante los próximos 94 minutos que no te devolverán cuando salgas de la sala profundamente insatisfecho. 

Jeff Bridges interpreta a “The Giver”, uno de los miembros más antiguos de esta sociedad, encargado de preservar mentalmente las memorias de cómo era el mundo antes de que la población fuese condicionada para olvidarlo. Él es el único que lo recuerda y ha llegado la hora de pasarle el conocimiento a quien será sus sucesor, el joven “Jonas” (Brenton Thwaites), quien recibe mediante contacto físico con “The Giver” –tipo The Dead Zone- todas las maravillas de la historia de la humanidad. Sin embargo, también es testigo de sus mayores atrocidades, por lo que se ve en la encrucijada de decidir entre mantener el status quo –libre del odio que conduce a la guerra, pero igualmente exento de amor- o “despertar” a la población de la fantasía colectiva. ¿A que no adivina cuál camino escogerá?

Resulta difícil juzgar a los actores cuando la premisa les pide actuar como máquinas sin sentimientos. Bridges es quien deja la mejor impresión por su habilidad de transmitir emociones que no necesariamente se hallan en el guión de Michael Mitnick y Robert B. Weide que –según me informé- es bastante fiel a la novela. Meryl Streep encarna a otra de las opresoras de la comunidad, pero su inclusión en el elenco no es más que por un cheque a cambio de poder poner su nombre en el póster y “Academy Award Wininer” en el tráiler. Thwaites, por su parte, es incapaz de demostrar que posee un pulso aun después de recuperar la habilidad de sentir emociones.

El desenlace es tedioso y malogrado: una prolongada persecución que resuelve el conflicto central por arte de magia, dejando un enorme descontento, no solo por lo tonto que resulta, sino por todas las interrogantes que deja en el aire, supongo, con la esperanza de responderlas en la secuela. Suerte con eso. Algo me dice que este será su debut y despedida.