Los mayores aciertos de Thor –producción del 2011 que se sintió más como una parada en ruta a The Avengers que como su propia película- regresan con creces en la entretenidísima secuela Thor: The Dark World. Atrás quedó el desierto pueblucho de Nuevo México en el que Thor y el resto de sus legendarios acompañantes parecían adultos disfrazados para una fiesta de Halloween. En su nueva aventura los elementos mitológicos innatos del personaje de Marvel Comics se manifiestan en la pantalla grande en todo su esplendor a través de una tremenda combinación de fantasía y ciencia ficción.

Al igual que Iron Man 3, el filme utiliza los hechos de The Avengers como trampolín para impulsar su propio capítulo en la saga individual del imponente Dios del Trueno, introduciendo un nuevo villano que –para sorpresa de nadie- quiere acabar con todo: Malekith (Christopher Eccleston), un duende negro nacido de la oscuridad que existió antes de la creación del universo y que desea retornar a ella, utilizando una poderosa sustancia conocida como Aether para hacerlo. Esto es algo que solo puede realizar cada 5,000 años cuando los nueve reinos se alinean, lo cual, obviamente, está a punto de ocurrir justo cuando comienza la cinta.

Mientras, en la Tierra, la doctora Jane Foster (Natalie Portman) investiga este fenómeno que está empezando a tener efectos en nuestra realidad, desvaneciendo las divisiones entre los mundos y permitiendo pasar de uno a otro con facilidad. Es así como accidentalmente encuentra el Aether y se fusiona con él, lo cual pone en peligro su vida a la vez que la protege de cualquier atentado. Esto propicia su reencuentro con Thor (Chris Hemsworth) y su viaje al reino de Asgard para hallar la manera de salvarla y mantener el Aether lejos de las garras de Malekith.

Aether, portales interdimensionales, duendes negros, dioses, naves voladoras… los amantes de la fantasía saborearán cada instante del guión que, si de algo peca, es de tratar de comprimir demasiadas cosas nuevas en tan poco tiempo. La trama se mueve ágilmente de un punto a otro, manteniendo un constante nivel de diversión que más blockbusters deberían intentar de emular. Ninguna secuencia de acción se parece a la otra, algo que constata la veteranía de Alan Taylor –director de algunos de los episodios más importantes de series como Game of Thrones, Rome y Deadwood- y quien aquí hace una fácil transición de un medio a otro.

Uno de los grandes logros de las exitosas producciones de Marvel Studios ha sido la selección de actores para encarnar a estos icónicos personajes. En su tercera interpretación de Thor, Hemsworth se ve más cómodo que nunca dentro de la armadura del superhéroe, con una presencia imponente que es igualada por el gran Tom Hiddleston en el papel de Loki. Aunque en esta ocasión el Dios de las Travesuras no es el villano principal, Malekith es tan desechable y genérico que Hiddleston no tiene que esforzarse mucho para cobrar prominencia y casi robarse la película por sí solo.

Tras su traición a Asgard y haber puesto en riesgo la Tierra, Loki es condenado por el rey Odin (Anthony Hopkins) a permanecer encarcelado, pero el guión halla la manera de requerir su liberación y colaborar con su hermano contra los planes de Malekith. Este segundo acto de la historia es quizá el mejor del filme, con Hemsworth y Hiddleston trabajando en excelente armonía como el centro emocional de la trama que incluso consigue alcanzar los niveles de drama shakespeariano que demostró Kenneth Branagh con su dirección en el primer largometraje.

Los actores secundarios también tienen oportunidad de brillar. Portman luce mucho más natural en esta ocasión, fortaleciendo el romance entre su personaje y el de Hemsworth de manera más convincente que en el filme original, en el que la relación resultó bastante forzada. Kat Dennings y Stellan Skarsgard, como la ayudante de Foster y el doctor Erik Selvig, respectivamente, se encargan del ángulo cómico que siempre resulta bienvenido en las películas de Marvel, donde la diversión es lo primordial. La seriedad, traumas y problemas existenciales, al menos en el cine, parecen ser  exclusivos de las producciones de DC Comics.

Esta secuela no solo se eleva en términos de libreto y actuación sino también en escala. Mientras la película original se sintió diminuta, esta se expande a través de varios puntos del universo y presenta a Asgard como el enorme reino que es. Taylor hace que los sets se vean inmensos, que la acción resulte emocionante y colosal. Como espectáculo de entretenimiento escapista, Thor: The Dark World pone en ridículo a muchos de los estrenos que vimos en la pasada temporada veraniega.