“Podría hacer llorar a una piedra”. Así describió Orson Welles al casi olvidado clásico Make Way For Tomorrow de Leo McCarey, y la realidad es que este filme de 1937 es capaz de estrujarle el corazón a cualquiera con su conmovedora historia acerca de un matrimonio de ancianos que pierde su hogar y se ven forzados a separarse para vivir con sus hijos. Si la trama le suena familiar es porque Welles no fue el único renombrado director que admiró la cinta de McCarey. El gran Yasujiro Ozu quedó tan impresionado con ella que esta inspiró su obra maestra Tokyo Story 16 años después.

La película no contiene ni rastro de melodrama. El guión de Viña Delmar –basado en la novela de Josephine Lawrence- parte de la cruda realidad al exponer las virtudes de los personajes principales así como sus defectos sin la necesidad de suavizarlos para hacerlos menos ásperos. Lo mismo se puede decir de los actores, específicamente aquellos que interpretan a los hijos e hijas, que se encargan de caracterizar a  personajes fáciles de odiar.

Aunque no hay villanos per se, si hay mucha crueldad y apatía por parte de estos, quienes ven la intromisión de sus padres nuevamente en sus vidas como una carga de la que quisieran deshacerse lo más rápido posible. Con hijos así, ¿quién necesita enemigos?

Pero el matrimonio de 50 años, compuesto por “Barkley” (Victor Moore) y “Lucy” (Beulah Bondi), encuentra consuelo a su precaria situación en la correspondencia que intercambian y las raras ocasiones que pueden escuchar sus voces a través del teléfono. Separados por cientos de millas de distancia –“Barkley” vive con su hija en el campo mientras “Lucy” comparte un cuarto son su nieta en el apartamento de su hijo en Nueva York-, ninguno reprocha abiertamente el maltrato que reciben por parte de los seres que trajeron al mundo y criaron amorosamente durante décadas, mas esto no significa que no lo resientan.

El último acto reúne en pantalla a “Lucy” y “Barkley” cuando ambos ya han tomado respectivas decisiones acerca de sus futuros, unos que lamentablemente no incluyen la cercanía del otro. Los acompañamos en un nostálgico recorrido por el hotel en el que celebraron su luna de miel medio siglo atrás, los escuchamos rememorar acerca de tiempos mejores y al final sufrimos junto a ellos mientras se despiden, quizá, para siempre. Y si usted logra ver los últimos cinco minutos de este hermoso largometraje sin que la mirada se le humedezca, vaya a chequearse el pulso. Quizá no tenga corazón.  

El disco

Make Way for Tomorrow se ve tan bien en alta definición como una cinta de hace casi 80 años podría verse. La copia salta un poco al principio, hay uno que otro rasguño o sucio que se puede divisar y el grano del celuloide es más notable que en otras películas de la época que han sido relanzadas en Blu-ray, pero en general el filme luce bastante bien con negros profundos y un buen nivel de detalle. El audio tampoco logra ocultar completamente la vejez del filme, aunque el diálogo que prevalece sí se escucha con claridad a través de la pista en inglés PCM 1.0.

Los extras no incluyen material hecho exclusivamente para este lanzamiento. Tenemos una entrevista del 2009 al director Gary Giddins quien aborda la producción de la película a la vez que provee un contexto sociopolítico de la época en la que estrenó. El “feature” Tomorrow, Yesterday, and Today se compone de una entrevista al director Peter Bogdanovich (The Last Picture Show) que se concentra más bien en el legado de la filmografía de McCarey.

Por último, tenemos un panfleto ilustrado de 28 páginas con tres ensayos escritos por Tad Gallagher, Bertrand Tavernier y Robin Wood.