Ciertamente no es lo mismo ver por televisión o periódicos,  o escuchar por radio los relatos de lo que sucede en algunos pueblos del sur de Puerto Rico, que  conocer de cerca el dolor de nuestra gente. 

Este fin de semana fui a Ponce, Guayanilla y Yauco. En la autopista vi varias guaguas escolares llenas de suministros con el logo de Ozuna. O sea, que envió ayuda y, que sepamos, no ha hecho un show de esto. Muy bien, osito.  

En Ponce no podía creer que la parte histórica -que tanto empuje le han dado la ex Miss Puerto Rico Uma Blasini y su esposo el arquitecto Misla remodelando hoteles como el Meliá y más reciente el Cine Fox- estén al lado de edificios que han sido dañados severamente, incluyendo parte de las oficinas municipales. Pero los hoteles no sufrieron daños. Increíble.  

En la barriada Clausells, de Ponce, refugiados agradecían a Jesús Vélez, director ejecutivo de la Oficina para el Desarrollo Socioeconómico y Comunitario de Puerto Rico (ODSEC) y a Sonia Aruz, presidenta de la Fundacion CAF de niños con cáncer, que se acordaron de ellos, llevándoles un almuerzo navideño y artículos para sus necesidades apremiantes. Niños con ojos tristes, madres preguntándose qué pasará pues temen que se olviden de ellos. Pero ambos les reiteraron su apoyo, mensaje de esperanza y prometieron volver.  

Victoria Sanabria llegó a un refugio y, además de abrazar a los refugiados, improvisó décimas para levantar el ánimo. La gente le agradeció lo sincera y amable que fue con todos, y ella prometió volver a otros lugares a repartir abrazos y cantar. No fue con cámaras, solo su talento. Muy bien.  

En Guayanilla, a parques llenos de carpas, gente más triste aun y muchos envejecientes  encamados llegaban organizaciones desde Yabucoa a ayudarlos, reflejando el buen corazón de los puertorriqueños. 

Mientras, cuando llegué a Yauco me encontré con un grupo de casa de empeño La Familia, que llevó agua, hielo, comida artículos para niños y hasta payasos. Animaron el campamento improvisado en la cancha de Alturas del Cafetal. 

Allí la mujer policía a cargo de dar el tránsito me enseñó que su casa no se agrietó,  pero que por recomendación de los ingenieros que ya evaluaron el área no puede volver a la misma. Le dijeron que será demolida, con las dos de sus vecinos, pues con la vibración podría colapsar la de ella también. Todos sus ahorros estaban en su casa y ahora no sabe qué hacer, pero sigue trabajando ayudando a los demás.   

“En el vecindario pintamos las casas para Navidad y somos muy unidos, pero jamás soñamos con esto. Ha sido fuerte, muy fuerte”, me comentó.

Frente a la cancha se veía un carro pillado por una casa muy bonita que se derrumbó. Un estampa del Nacimiento con la Virgen María, San José y el Niño yacía en la grama del frente de la residencia. Según los vecinos la casa colapsó y el Nacimiento nunca se cayó. Tremendo mensaje. 

Señores, a orar y dar rodilla; es hora de seguir ayudando. Ahora por los nuestros.