Lo presentí ayer.

Llevaba dos o tres días pensando en todos los posibles escenarios en que terminaría la carrera de Javier Culson en la final de los 400 metros con vallas, y sobre todo en cómo reaccionaríamos para trabajar con el asunto.

Obviamente estaba en la mente la posibilidad de que ganara la carrera para convertirse en el primer atleta boricua en la historia en ganar dos medallas olímpicas.

Si eso sucedía tendríamos las manos llenas. Habría que satisfacer la demanda de proveer las incidencias de la noticia del momento y dar los debidos seguimientos históricos.

En ese escenario el acceso a Culson sería en una conferencia de prensa un buen tiempo después de la prueba. Y bueno, el ánimo nuestro estaría por las nubes.

La historia incluso podía ser más maravillosa si Culson se zafaba y ganaba la prueba con un nuevo récord personal y nacional, y ni hablar si quebraba la marca olímpica o mundial.

Y claro, había también escenarios alternos si no lograba la medalla de oro pero sí se iba a casa con una plata o un bronce, los que también hubiéramos cubierto con mucha alegría y satisfacción.

Ahora bien, también estaba el escenario menos agradable de que terminara sin medalla, entre la cuarta y la octava posición, y cada una supondría un panorama diferente.

El análisis entonces figuraría en qué elementos técnicos falló o qué debilidad mostró.

Esos eran nuestros panoramas. Para nada pensamos en la descalificación por una falsa salida.

De entrada no sabía que nunca había fallado una, pero ciertamente no tenía un registro de alguna en sus compromisos anteriores en Mundiales, Juegos Centroamericanos y del Caribe o Panamericanos, y tampoco en la Liga Diamante.

Solo una cosa me llevó a pensar en ese panorama y fue justo en la carrera anterior a la final.

Era en la eliminatoria del revelo 4x100 masculino, y en uno de sus heats el primer corredor del equipo de República Dominicana hizo una falsa salida y le costó la descalificación a su equipo.

Qué duro fue verlos tener que salir de la cancha sin correr. Y qué mal sabor me dio en el momento.

Creo que en ese instante lo presentí. Era el único panorama para el cual no nos habíamos preparado.

Y sucedió, en cámara lenta. Un instante eterno.