En los pasados días ha tomado fuerza el deseo de ciertos representantes del sector privado, en torno a la posibilidad de comenzar a abrir los comercios en la isla. Insisten en lo detrimental que está resultando para la economía en general, el llamado distanciamiento social que se ha impuesto no tan solo en Puerto Rico, sino a nivel mundial.

Es cierto que la isla fue de las primeras jurisdicciones en tomar la decisión de imponer una cuarentena. Al momento de escribir estas líneas llevamos 38 días. Al parecer, ha surtido efecto pues los datos estadísticos, los cuales han sido impugnados, reflejan unos números que caminan por debajo de las alarmantes cifras a nivel internacional. Pero claro, en nuestra isla del encanto, la controversia viene con nuestro ADN y para no aburrirnos, en la cuarentena hemos tenido de todo. Traqueteos de corrupción, denuncias de falta de pruebas para poder monitorear el avance del virus y hasta acusaciones de data duplicada. En fin, un mar de controversias.

Todos estos elementos se conjugan para que un sector que ya muestra señales de desespero, empuje la rueda de la opinión pública con el fin de que se flexibilicen las medidas de la cuarentena y se dé paso a la reapertura comercial.

Pero, como se decía en mi pueblo de Utuado, a lo “wipipío”, no. Antes de tomar estas medidas es necesario tomar precauciones. Pareciera absurdo que se tenga que escribir, pero surge la impresión de que en todo este operativo, la improvisación tuvo un rol prot agónico. Gracias a presiones públicas y privadas se han introducido toda una variedad de cambios. Da la impresión de que alguien se levanta en la mañana, lee los periódicos, redes sociales, escucha radio, observa televisión y de acuerdo a lo que se esté hablando, se toman decisiones. Así no se gobierna.

Sobre todo cuando se conformaron grupos asesores, que cuentan con personas conocedoras y con sentido común. Claro, usted podrá pensar que ese panel médico recomendó una transacción que nos ha colocado en una situación embarazosa, pero dejemos que las autoridades investiguen y lleguen a conclusiones. Por lo pronto, debemos confiar en sus criterios de carácter médico, cual -según la opinión de la comunidad científica-, es muy favorable.

De igual forma, esperaríamos lo mismo del grupo que conforma el escuadrón económico. Ambos grupos tienen que hablar. Ambos grupos deben llegar a unos acuerdos que permitan la reapertura y, a la misma vez, se garantice que el contagio no se dispare.

En Estados Unidos se emitieron una guías que tal vez puedan dar una brújula del camino que deberíamos seguir. La primera de las guías establece un reporte de cifras de contagio que vayan disminuyendo por 14 días consecutivos. Esto de por sí, ya es un escollo pues los datos de la Isla están siendo impugnados y, hasta auxilio, se le ha tenido que pedir al casi desmantelado Instituto de Estadísticas.

Además, el titular de Salud, Lorenzo González ha promulgado que la isla podría alcanzar el pico en algún momento cercano al 8 de mayo. Esto ubica el panorama de encierro a tres semanas adicionales y cuidado, ya que el propio González ha recomendado que se siga de “rolimpín” hasta junio.

Otro aspecto de la guía presidencial para poder regresar a nuestra cotidianidad, es que los hospitales tengan capacidad para tratar los pacientes sin que haya una crisis. Ese segundo punto no representa problemas en la isla, pues nuestras instituciones hospitalarias cuentan con espacio suficiente para atender a los que lleguen.

Esto nos lleva al tercer punto de esta guía federal. En la misma se pide que el sistema estatal de la jurisdicción que esté pensando en reabrir, tenga un sistema robusto de pruebas de detección para los trabajadores de alto riesgo. Aquí “la puerca entorchó el rabo” pues es de todos conocidos, que tampoco tenemos pruebas suficientes.

O sea, al menos dos de las tres condiciones principales, Puerto Rico no cumple. Además de estas reglas principales, tendremos que seguir con el distanciamiento social y con otras que prohíben reuniones de más de 10 personas en un mismo lugar.

Por ello, se tiene que comenzar con un diálogo sincero que involucre a nuestros representantes comerciales así como todo el componente de Salud. Esto puede tomar un rato, si es que lo queremos hacer bien y no a lo “wipipío”. ¡Ya veremos!