En estos días, la Asamblea Legislativa y el gobernador Pedro Pierluisi alcanzaron un acuerdo para establecer en la Isla un salario mínimo, mayor al que se estipula a nivel federal. El mismo parece tener el aval de todos los sectores, pero con advertencias válidas.

Los $8.50 de paga por hora estipulados como el paso inicial no confronta problemas mayores. Sin embargo, otro es el cantar cuando se habla de los próximos aumentos. En un principio, los legisladores miraban los $10 como parada final mientras que el gobernador fue un poco más agresivo al aspirar a $10.50 la hora.

El gobernador habla de unas métricas que, si finalmente se cumplían, justificarían los aumentos. El problema con dichas métricas es que condicionaba a la Isla a tener niveles de crecimiento económico similares a los que existían en los tiempos de las 936. Esto quiere decir que, de cara al futuro, no habría manera de poderlas cumplir, por lo que elevar la cifra hasta $10.50 sería una quimera.

Subir el salario es simpático. Es populista. El que se oponga caerá en la caldera y le pasarán factura en primarias, elecciones y hasta en votaciones de juntas de urbanizaciones. Eso es lo fácil.

Difícil es hacer un cuadro completo para que tengamos un crecimiento económico que evite una inflación, que luego se coma el aumento y nos deje en el mismo lugar. En esta bendita isla no podemos seguir pagando facturas tan altas en utilidades, como agua y luz.

Es inaudito que aún no exista acuerdo con el asunto del impuesto al inventario, que provoca que las tiendas tengan enseres como si fueran un “show room” de catálogo. Si usted pide una nevera, estufa, lavadora o secadora le dicen, sin sonrojarse, que se tiene que pedir y que tardará varios meses en llegar.

Aquí tenemos una peligrosa situación de monopolio en los muelles y nadie se mueve para resolverlo. El precio de los furgones se ha disparado y lo que costaba $3,000 o $4,000, ahora asciende a $15,000 o $16,000. Ello explica el alza en los precios de los comestibles de los supermercados. ¿Quién cree usted que pagará todo eso al final del camino?

Vuelvo y digo. Es un reto enorme que requiere voluntad de todos los sectores. No es solo acumular puntos de cara a los próximos eventos electorales. Puerto Rico necesita caminar a la modernidad y aspirar a buenos empleos. Aún con $8.50 o $10 no se puede salir de los márgenes de la pobreza, pues el efecto inflación se lo tragará. Además, no evitará el éxodo de los más jóvenes y productivos. Nos quedaremos “los maduritos” con todo el cúmulo de necesidades que el padre tiempo nos regala y donde el estado tendrá que seguir invirtiendo sin un retorno contributivo de los más jóvenes, pues, simplemente, no estarán.

Como dice mi amiga Uka Green, la cuesta está bien empinada y tendremos “que mover el culete”. Me pregunto: ¿tendrán la babilla los políticos para entender esto y aceptar el reto, o serán los ñemos de siempre? Tengo dudas. ¡Muchachos, por favor, sorpréndanme!