El año 2021 arrancó con varias noticias que indignan a más de uno. La próxima semana estaremos juramentando a los nuevos alcaldes y alcaldesas que regirán los próximos 4 años. Sin lugar a dudas, estos funcionarios cumplen con un rol vital para el ciudadano. Brindan servicios que deberían ser responsabilidad del gobierno central, pero todos sabemos que éstos arrastran los pies.

Es por esta ineficiencia demostrada, particularmente después del huracán María y aumentada tras los terremotos y la pandemia, que los municipios recibieron un segundo aire ante la opinión pública. El dato es importante, pues estuvieron al borde del nocaut en lo que se refiere a su pertinencia en estos tiempos modernos, pues a muchos no les hace lógica el tener una estructura de 78 municipios, sobre todo en jurisdicciones pequeñas y cercanas. Claro, existe la Junta de Control Fiscal que promete poner en aprietos ese sistema administrativo.

El horno no está para galletitas, las finanzas están finitas y una gran mayoría está en quiebra. Mientras el debate prepara su escenario futuro, tenemos que decir que los alcaldes no se ayudan. Luego del proceso electoral en el cual unos 27 ejecutivos municipales no revalidaron, tenemos la penosa situación de su liquidación económica final.

No es que no cobren algo razonable. Todo empleado tiene sus derechos y sobre todo su liquidación final al momento de retiro, despido o renuncia. Sin embargo, está el ganso josco en esta isla.

Es inconcebible que pretendan cobrar exorbitantes cantidades por el concepto de vacaciones. Mire mi hermano, nadie en Puerto Rico les compra que no tomaron vacaciones en cuatro, ocho, doce o más años de servicio. Todos sabemos que aquí disfrazan trabajos oficiales para aprovechar y vacacionar. Se van siete días, pautan alguna reunión boba o alguna compra de equipos o cualquier otra justificación para aprovechar el puente y pasar varios días de asueto.

El primero que nos hirió la retina con sus datos fue el exalcalde de Arecibo, Carlos Molina. $69 mil billetes es su liquidación por concepto de vacaciones. Este “mártir” de la democracia se inmoló por ocho años, dónde no se tomó ni un solo día libre. El mismo tango lo bailó la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, quien presentó documentos en los cuales “liquidaba” más de $54 mil.

Le apuesto que esto solo es la punta del iceberg. Muy pronto saldrán a la luz datos adicionales del resto de los funcionarios salientes. La gran pregunta es, ¿cómo es posible que este relajo no lo hayan parado? ¿Quién propició que esto se reanudara? Ya en el pasado esto había sido tema de discusión y se habían establecido una serie de guías para detenerlo. De momento vemos que alguna mano siniestra obró y nuevamente vemos este derroche de dinero público.

Ah, y que no vengan con el “lloriparty” de que ellos son unos sufridos. Sabían de antemano a qué aspiraban y que ese cargo era tremendo tostón. Nadie les puso un revólver para obligarlos a aspirar. Así que no quieran vernos las caras de tontos.

Ya veremos si en la nueva asamblea legislativa existe la valentía de poner freno a este asunto y establecer parámetros para que los alcaldes tomen sus días de descanso y que el municipio pueda correr a través de un vicealcalde o administrador. De esta forma no tendremos que enfrentar estas movidas tan descaradas. ¡Feliz Día de Reyes!