Bueno, se acabó el “chijí y chijá”. Se acabó la fanfarria. Ya el presidente Biden se marchó y ahora es que viene lo bueno.

Lo importante de todo lo anunciado el pasado lunes es que, en efecto, se ejecute. La isla no tiene un problema de asignación de fondos. Por el contrario, la cantidad de dinero que ya se otorgó por los desastres de María y los temblores del 2020 alcanzan cifras astronómicas. A estas, se unirán las que vengan por Fiona.

Sin embargo, existe una realidad que nos da en la cara. El desembolso de ese dinero se ha dado a un ritmo parecido a “suero de brea”, como que no quiere salir de su bolsa. Las excusas sobran, siendo nosotros los ciudadanos los que pagamos las consecuencias.

A cinco años del paso de María, las cifras son poco alentadoras. Lamentablemente, nada reparado o modernizado, propiciando que los daños se amplifiquen con fenómenos como el del pasado 18 de septiembre. Ahí es que radica el detalle.

Tenemos que apurar el paso. Que la rueda comience a moverse. Para ello, se necesita unión de voluntades y ver una clase política hombro con hombro. Sé que la tentación será grande. El germen del oportunismo político pudiera pesar. Sé que algunos están con el cuchillo en la boca para tumbar a los que están y treparse ellos. Situación normal en el sistema político. Pero, por favor, les pido que guarden las armas por un momento. Si la tentación apareciera, les pido que la controlen.

La imagen de Puerto Rico está lacerada. La clase política se ha botado haciendo galas de actos turbios, corruptos o indecorosos. No pierdan tiempo lanzando culpas. Allá en el norte no conocen de nuestros colores y nos ven iguales. Así que, tristemente, todos somos culpables. Si esto es así, les pregunto: ¿Podríamos dejar atrás todas esas malas mañas para enfocarnos en la dirección correcta?

Para ello se tienen que insertar todos los sectores: el sindical, el empresarial, los sectores ambientalistas, etcétera. Con ellos, ustedes y los demás, trazar la ruta. Es ardua la tarea que le depara a Puerto Rico. La isla está en crisis económica, de infraestructura y con un acelerado envejecimiento. Los demográficos no mienten. Los datos estadísticos tampoco.

Ya dejemos atrás el jolgorio de la visita de Biden y pongamos las manos y el cerebro a trabajar en el próximo paso. ¡Esto ya es urgente!