Cuenta la historia que para el 1511, un grupo de indígenas ahogaron en un río de la zona de Añasco al soldado español Diego Salcedo. Hasta entonces, los aborígenes boricuas pensaban que los conquistadores europeos eran dioses e inmortales. Por espacio de tres días, esperaron por Salcedo, esperanzados en las palabras de los sacerdotes, quienes predicaban de Jesús y cómo regresó de la muerte al tercer día de haber sido crucificado. Salcedo no lo hizo. En su lugar, se pudrió, lo que dio punto final al mito de que eran invencibles. Se inició así una rebelión.

Algo así acaba de ocurrir, claro, desde el punto de vista metafórico, en la política puertorriqueña. Hace unos días, la esfera federal ahogó al veterano alcalde de Mayagüez, José Guillermo Rodríguez.

Este cacique popular, con cerca de 28 años al mando de un municipio considerado el último bastión popular en la Isla, quedó desnudo ante unos inusuales eventos. Si bien no lo llevaron a unas acusaciones judiciales de manera inicial, ya que siguen en curso dos de ellas, lograron presentarlo como una persona que incurrió en incompetencia en el desempeño de sus funciones.

Pero aún, Guillito no habla. Su silencio es un grito ensordecedor. Todos esperan sus explicaciones ante los medios de circulación general. Pero ello no ha ocurrido. En su lugar, ha preferido emitir comunicados de prensa o hablar en un medio local, en el cual se emitieron pocas preguntas y cero confrontación con los datos.

Oiga amigo que me lee, está fuerte de digerir que una empresa municipal -llamada Mayagüez Economic Development- utilizara propiedades del municipio como colateral para hacer préstamos hipotecarios, sin que el alcalde supiera o diera el visto bueno. A ese son se defraudaron $9 millones que terminaron en cuentas corporativas y personales de un grupo de imputados federales.

Cuando se abre una pesquisa por parte del Departamento de Justicia, el alcalde riposta en un comunicado que es víctima de persecución política. Se tiene que tener la cara dura para usar ese argumento sin siquiera ser humilde y decir, “bienvenida la investigación, yo no escondo nada”.

Estamos hablando de que se usaron como colateral el Palacio de Recreación y Deportes y el Hospital San Antonio. Además, se acusa que la corporación tenía la intención de que el municipio les transfiriera otras 50 facilidades, también para ser usadas como colateral en algún futuro. Además, se denuncia que los $9 millones estaban destinados originalmente al Hospital de Trauma de Mayagüez y se usaron para la especulación.

Ciertamente, el asunto destapa una gran pregunta: ¿esta práctica es única de Mayagüez? ¿Fue invención de este grupo o esto está ocurriendo en otros municipios?

Aquí grita la transparencia. Esa palabra tan manoseada, pero ultrajada a la vez. Es hora de hablar claro. Aquí no existe tinte que borre el asunto. Se tiene que llegar al fondo para satisfacer todas las preguntas. La coartada de la persecución política, aquí no cae. En cada esquina de la Isla, el rojo, el azul, el verde y el anaranjado dicen a viva voz: “A tomates no huele”.

El PPD que apunte la fecha. La hinchazón no baja. El chichón sigue creciendo. La crisis mal atendida solo apunta al naufragio de la viabilidad política. Es más que evidente que el suceso ha ahogado a su invencible alcalde y esa herida no se cura a través de comunicados. El tiempo dirá.