De verdad que uno se tiene que indignar, malhumorar y hasta descompensar, con las cosas que ocurren en esta Isla. Uno, simplemente, lo ve, lo lee o escucha, mientras piensa que podría tratarse de una broma pesada. Vea la siguiente relación de hechos noticiosos.

Comenzamos con otro “maldito” chat que deja al descubierto la personalidad de funcionarios. Usualmente, en los chats uno se rodea de personas de nuestro entorno. Estamos en confianza. Relajados. Es donde reflejamos nuestras opiniones. Ahí sale nuestra verdadera forma de pensar. No debería existir problema, si en todo momento somos transparentes. Pero ahí está el problema. Muchos de ellos son candil en la calle y oscuridad en la casa. El caso del designado secretario del Trabajo, Carlos Rivera, es el nuevo ejemplo de lo antes mencionado. Al igual que el “chat de la infamia”, que involucró a Ricardo Rosselló, y el otro que retrató a Juan Maldonado, celebrando las ganancias que supuestamente haría gracias al COVID-19, esta nueva conversación demuestra posturas indecorosas.

El desempeño del licenciado Rivera, como secretario Auxiliar de Menores y Familia del Departamento de Justicia, quedó en entredicho por un caso que se llevó en el 2017 contra una menor de 11 años que, a todas luces, fue injustificado.

El funcionario ha tratado de minimizar su participación en el suceso que estuvo sazonado de prejuicios y racismo. Sin embargo, el “chat entre panas” delató una participación mucho más activa que lo admitido en vistas públicas.

Uno de sus allegados, lo quemó. De un tiempo para acá, se puede decir que la lealtad se fue de vacaciones. No existe confidencialidad y mucho menos, el que usted puede confiar en alguien. Menos en tiempo de primarias, cuando se dividen por bandos y con tal de sacarle un ojo al contrario, se vale “quemar las naves” de cualquier pana. Gracias a ello uno se entera de barbaridades. Es la cara fea de la política. Nos da un campanazo para recordarnos que la política partidista ha decaído tanto que ya parecen sepulcros. Blancos por fuera y llenos de podredumbres por dentro.

El Sr. Rivera pasó un importante proceso en noviembre. Fue confirmado Fiscal III sin mucha oposición. El senador Eduardo Bhatia, quien aspira a ser gobernador de la isla, me dijo en radio, que el nombramiento de Rivera “pasó por debajo del radar y no lo vieron”. Señaló como excusa que se encontraban en los últimos días de sesión, cuando el descargue legislativo permite colar muchos nombramientos sin profundizar. Es un método utilizado frecuentemente en esa etapa del juego.

Lo terrible del asunto es que, independientemente, de si el licenciado Rivera no es confirmado al final del camino, regresará a su plaza de fiscal.

¿Cómo administrará la justicia luego de esta lesión a su carácter? ¿Será de fiar a la hora de pedir y exigir justicia? ¿Aquilatará toda la prueba a la hora de intervenir en los casos? Son preguntas importantes que quedan en el tintero, gracias al voto bipartita que se le dio en noviembre a consecuencia de la pobre fiscalización de la minoría. Es el gran fallo de la fiscalización popular. Ese rol ha sido su talón de Aquiles a lo largo del cuatrienio. Lo demostraron también en el proceso de confirmación de Elmer Román, como secretario de Estado. El portavoz Gabriel Rodríguez Aguiló presentó un informe que arrojaba que Román mintió a una Comisión Legislativa en cuanto al tema de los almacenes en Ponce. Eso le valió el voto en contra de ese legislador. Algunos lo siguieron, pero la mayoría parlamentaria cedió ante la gobernadora Wanda Vázquez y le prestaron el voto. El tema de los almacenes lastimó la sensibilidad de muchas personas durante la crisis, producto del terremoto del 7 de enero. El PPD lo utilizó para destacar los errores administrativos.

Sin embargo, cuatro de sus representantes obvian el informe y votan a favor del nominado. Muchos se quedaron rascándose la cabeza, pues al hacerlo concurren con la mayoría y dan al traste con los señalamientos de irregularidades. Así se siguen sumando ejemplos de cómo actúan. Similares. Guaretos. El pueblo se da cuenta. Es el bendito jamón del sándwich. ¡Pero ya no es tonto! Desde lejos los ve y toma prestada la frase del tiburón herido, para decirles a todos: ¡Así de brutos son!