Hace unos días trabajo con una serie de reportajes enfocados en el aspecto del fraude y sus distintas variantes. El fraude nos afecta a todos. Nadie es inmune, aunque nuestros adultos mayores son una tarjeta predilecta por estos “cachanchanes”. El tema cae como anillo al dedo, pues los integrantes del FBI se lanzaron a la calle ayer para arrestar a varios individuos que unidos habían desfalcado más de $600,000 a un grupo de personas que incluían envejecientes.

Estos sujetos lograron acceso a las cuentas de los incautos, apropiándose de información de sus estados, números secretos y hasta de las propias tarjetas de los perjudicados. Son personas inteligentes que usan ese talento para mal. Pasan horas coordinando y sofisticando sus esquemas. Invierten en uniformes y otros elementos. Según se desprende de lo que pude investigar, existen listas que se venden en el mercado negro o, incluso, a través del “dark web” y que contiene datos telefónicos y otros asuntos relacionados a las víctimas.

Según me explican, no es difícil levantar lo datos puesto que somos muy amables al compartirlos de distintas formas y a través de distintas redes. La candidez y la falta de malicia es una característica más frecuente de lo que pensamos. A medida que sumamos años, esa malicia se va perdiendo sobre todo si conectamos con buenos interlocutores. La labia que utilizan nos envuelve y ¡pum! Muchas veces nosotros, de manera voluntaria, soltamos los datos de forma amena.

Puerto Rico ya se encuentra en la posición número 11 de los países más envejecidos del planeta. El 27.3% de nuestra población ya suma más de 60 años y sus filas van engrosando cada año. El dato es compartido por la entidad AARP y su capítulo boricua. Su activo director, José Acarón, está espantado con lo que se vive semana tras semana en el País. De acuerdo a los federales, por cada persona que reporta o admite haber sido víctima de fraude tenemos otros 43 o 44, que por vergüenza se queda callado. Sí, leyó bien. A eso suman miles de personas que de una u otra forma son víctimas de estos farsantes.

Lo que está al palo actualmente es el fraude bancario, en el cual le vacían sus cuentas. De manera sencilla, métase en la cabeza que de su banco NO lo va a llamar para pedirle información que ya tiene. Si existiera algo irregular, sería citado mediante carta o si ven algo preocupante con su tarjeta, ellos simplemente la desactivan para que usted acuda a ellos, no al revés.

Aquí todavía tenemos casos que caen con el billete premiado de lotería. Con el carro que usted se ganó de manera milagrosa, pues nunca llenó rifa alguna. También la modalidad de la llamada de rapto. Ese modus operandi cobró dos víctimas la semana pasada. Un caso fue en Aguas Buenas y el otro en Río Grande. En el primero un humilde “handy man” hizo malabares para conseguir $5,000 y en el segundo, un hombre cayó pagando ficticiamente un rescate por $2,000.

Las criptomonedas también se han llevado enredado a unos cuantos. Ese dinero una vez entra al wallet del estafador no lo verá nunca. En Jayuya, un agricultor entregó más de $100,000 a una compañía de placas solares y “¡adiós luz que te apagaste!”, nunca le entregaron nada. Este caso ya está bajo el Departamento de Justicia y, al parecer, los responsables serán procesados.

En el renglón médico también se dan casos de fraude. Se sobrefactura por servicios. Se añaden productos. Por ejemplo, usted necesita solo un bastón después de alguna operación y le llega a su casa una silla y una cama de posición. Peor aún, facturan procedimientos que no recibieron. También está la denuncia de que cambian a pacientes de plan advantage, sin haberlo consentido.

La soledad es un denominador común en nuestros adultos mayores. Se refugian en las redes sociales. Hacen amistades y, en ese proceso, se enamoran o los enamoran. Lo que ocurre es que estos “Don Juanes” o “damas enamoradas” no están pendientes del corazón, si no del bolsillo.

Reflexione en este tema. Aquí cualquiera de nosotros puede caer de tontejo. Nadie está inmune y es más serio de lo que parece.