De paraíso a letrina
“Seguiremos como Pac-Man, comiéndonos esos vertederos hasta que no aguanten más. ¿Y después, qué? Ya será tarde”.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Llevo varios meses con una preocupación que perturba mi mente. Se trata de un asunto serio. Un tema que hará crisis y ante la cual no se podrá seguir pateando la lata.
Hablo de la situación de los vertederos. Crisis que ha crecido como bomba de tiempo, sin que nadie le ponga el cascabel al gato. Cuando uno entrevista al secretario de Recursos Naturales, lo que escuchamos es un intenso cantinfleo. Sin ofrecer de forma contundente, una respuesta que satisfaga. Lo peor del asunto es que prácticamente le han delegado todos los sombreros de las agencias que deberían fiscalizarse unas a otras.
Así, la otrora Autoridad de Desperdicios Sólidos se convirtió en una oficina diluida del DRN. Atrás quedaron los esfuerzos, campañas, logísticas y estrategias de fomentar el reciclaje como alternativa a esta problemática. Quedaron atrás los esfuerzos para fomentar industrias que pudieran dar utilidad a ese material y convertirlo en un producto útil. De esa forma, tendríamos el círculo completo que permitiría continuidad y sacaría del medio mucho material que termina en los vertederos.
Pero no. Es más fácil desalentar esos esfuerzos. Sigamos lanzando cosas que se pueden reutilizar en los apestosos vertederos.
Las gomas de los vehículos nos dieron en la cara hace rato. Solo logramos triturarlas y almacenarlas. ¡Gran reciclaje! Incluso, se han dado misteriosos incendios en los lugares donde se almacenaban. Alguien buscaba cobrar seguros a costillas del material que una vez se prometió reciclar. Nunca se empujó para que se mezclara con brea y así permitir mayor durabilidad a la hora de pavimentar. Los mogules del asfalto no lo permiten, pues se tiene que embrear con una capota para que se salga con cualquier aguacero fuerte para seguir facturando.
Así le cortamos el aire a los vertederos. Se murieron en nuestras manos. Solo empujamos para seguir sobrecargando los existentes.
El ejemplo más dramático es el de Toa Alta. Desde 2017, su vertedero tiene orden de cierre. Sin embargo, se pasaron la orden por donde no da el sol. El municipio impugnó y se fueron a los tribunales, donde todo camina lento. No es hasta febrero de este año que se emite una orden final y firme. Claro, para el papel. En el día a día, los camiones siguen llegando cargados de desperdicios. Los vacían en el vertedero que debe estar cerrado.
¿Quién paga las consecuencias? La comunidad que ubica en el barrio Contorno y todo su medio ambiente. A nadie le importa si los lixiviados percolan y llegan a los cuerpos de agua. Nadie se acuerda de esas comunidades, ni de los problemas de salud que pueden enfrentar como daño colateral.
Es como si no viviéramos en una isla. A nadie se le ocurre que el 100 x 35 no da para más. Seguimos empujando nuestra suerte. Los pocos vertederos útiles quedarán en el sur. Allá tendremos que transportarlos con los costos que acarreen. Esto elevará los costos de administrar el recogido de la basura.
Seguiremos como Pac-Man, comiéndonos esos vertederos hasta que no aguanten más. ¿Y después, qué? Ya será tarde. Tendremos que buscar costosísimas alternativas. Nos vamos a escandalizar con la cantidad de millones y millones que tendremos que invertir para solucionar, si es posible en ese momento, el bendito problema.
Podríamos hasta escuchar alternativas descabelladas e inconcebibles. No me extrañaría que algún “Faro de Alejandría” se atreviera proponer que llenáramos la planicie de Isla de Mona, de basura. ¡Todo es posible en esas cabezas!
Estoy seguro que en unas décadas este será un tema del cual no podrán zapatearse los políticos de turno. Es más, a lo mejor me fui muy lejos. En la próxima década, este será uno de los temas espinosos que tendrán que enfrentar los incumbentes del Palacio de Santa Catalina.
Pero tranquilo, amigo lector. No faltará el que diga que soy un histérico. Que estoy exagerando. Que utilizo la hipérbole. Así seguiremos, pateando la lata a ver qué nos depara el futuro. Después no se quejen si han convertido este hermoso terruño en una letrina mal oliente. ¿Es ese el legado que queremos dejar a nuestros hijos? Esa, es la pregunta.
Egresado de la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico y con una experiencia de 28 años en el campo del periodismo. Labora como reportero de NotiCentro y es el ancla de la Edición Estelar. Moderador del programa “Normando en la Mañana” de Noti Uno 630 y desde el 2011 columnista del periódico Primera Hora. Desde el 2013 produce y dirige el programa Ahí Está la Verdad por Wapa Televisión. Padre de seis hijos y orgulloso hijo del pueblo de Utuado.
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