El Gobierno de Puerto Rico va camino a un gran reto. El juego de hacer justicia salarial a los empleados públicos se puede convertir en un cuento de nunca acabar. Eso de usted abrir la puerta a unos sí y a otros no, es entrar a un campo minado. Todos van a reclamar, con razón, su importancia. Es de conocimiento, que el gobierno ha sido y es mala paga.

Lamentablemente, los maestros han sido subestimados, no de ahora, de siempre. Sus condiciones laborales no han sido las mejores, no empece a pertenecer a un Departamento que cuenta con billones de dólares asignados. La burocracia, oportunismo, amiguismo y politiquería han sumergido a esa entidad en la mediocridad. Se han llevado por el medio a educadores y estudiantes por igual.

Usted no puede pedir una política coherente en una agencia que lleva 11 secretarios en 21 años de este siglo. No existe continuidad. Usted no puede desarrollar nada a largo plazo. La tragedia de Educación se replica en todo el Gobierno.

La lucha salarial es un escalafón importante. Una buena paga sí es un elemento que alimenta el ánimo de ese trabajador, pero no es lo único. Se tienen que atender los problemas más profundos para comenzar a sanar.

El tema del alza salarial es delicado. ¡Claro que existe inequidad!, simpatizo con su causa, pero la isla apenas comienza a cuadrar todo lo relacionado a una quiebra, cual aún guarda un último tramo con la Autoridad de Energía Eléctrica, que impactará el bolsillo de todos.

Se debe estar vigilante y exigir el máximo rigor en las finanzas gubernamentales. ¡No se puede seguir pateando la lata! Actitudes irresponsables nos llevaron a la quiebra. Los gobernadores son expertos sacando un conejo del sombrero, al igual que los buenos magos.

Todos tenemos que recordar los tiempos en los que se hacían promesas. Al verse presos de lo que prometieron con la boca, y por defender en las urnas sus posiciones, hacían malabares. Luego la caja no cuadraba.

Aquí se llegó a la gran irresponsabilidad de tomar prestado para pagar deuda. Cuándo no se podía cumplir un compromiso contraído, se acudía al impuesto. Así nacieron “cruditas” y “refrescasos”. Aún hoy estamos atados a esos compromisos que encarecen la vida.

Debemos poner el oído en tierra. Vamos a exigir a los actuales administradores que sean cuidadosos. Es hora de darle dignidad salarial a nuestros servidores, pero sin comenzar un endeudamiento. No seamos ilusos. Los políticos no tocarán su claque. A esos nunca les recortan sus contratos y privilegios. Esos siempre guisan de lo lindo. Mientras ellos tienen su vida bien cuadrada y duermen a patita echá, el empleado público siempre tiene que raspar la olla.