Hace unos dos meses acepté una invitación, que hacía más de dos años Luz Nereida Vélez me había hecho. Les admito que lo hice más por quitármela de encima, que por convencimiento.

Se trata de acudir al gimnasio y darme un cariñito. El asunto no es uno fácil. Se necesita disciplina pero a la misma vez, fuerza de voluntad.

Luz Nereida es una amante del ejercicio. Lo tiene como un estilo de vida. Lo acompaña con una buena alimentación e hidratación. Verla en acción es un deleite. Es una “caballa”. Una máquina en acción a la hora de ejercitarse.

Los resultados hablan por sí solo. Luz es una dama, quien ya se encamina a sus 68 años. Se ve muy bien. Le puedo decir sin temor ha equivocarme, que le da “mano y muñeca” a muchas de las “nenas” que acuden al “gym”.

Por el contrario, este servidor ha sido bastante indisciplinado. El ejercicio nunca fue un buen amigo para mi. En mi niñez así como en mi juventud, intenté jugar de poco un todo. No funcioné en nada. La falta de coordinación provocó que fuera un malango. Nadie me consideraba para ser parte de algún equipo.

Eso sí, era hábil con la cuchara y un ser agradecido con lo que aterrizaba en el plato. Siempre fui buen diente. Devoraba todo lo que se me servía en el plato. Así que fui chobi o como me dice uno de mis hijos, “gordito”.

También me ha gustado hidratarme con espíritus destilados. Una vez en el mareíto que provoca doña Vodka y “el vasito del momento”, no vacilaba en sucumbir a la carne frita y otros alimentos paralelos.

En un momento dado le metí 195 libras a este cuerpito. Con mis 5 pies y seis pulgadas, parecía una bolita “Savoy” con 20 kilos de cachete. Una de mis productoras tiene en un rincón una de esas fotos que te recuerdan a dónde no debes regresar.

Así que aterrizar en un gimnasio, de manera formal por primera vez, no ha sido cáscara del coco. La operación de vesícula y su retante recuperación también contribuyó a esta determinación.

Les confieso que no busco convertirme en un mamito. No verán de mi persona sacándome fotos “sudaíto” o en poses macharranas. No busco ponerme “rico”. No quiero ser el Jaime Mayol versión “petite”. Siento que como estoy, me defiendo. Tengo mis encantos; escondidos, pero los tengo. Solo aspiro a ponerme en condición.

Ahora tengo el deseo de estar más o menos en forma y que cuando abrace esa tercera edad, lo haga con dignidad. Cuando entro al gimnasio y salgo muerto de cansado, sólo miro al futuro. Básicamente entrando a un baño a mis 85 años, haciendo todo solito, sin la ayuda de nadie. Esa es mi meta.

El Puerto Rico de hoy cuenta con una población, en la cual, un 37% ya es adulto mayor. En poco más de una década, estaré entrando a ese club. Aspiro a no ser una carga para mis hijos, así que tengo que poner de mi parte.

Claro, uno no sabe que reto de salud enfrentará. Cualquier enfermedad oportunista puede cambiar mis intensiones, pero quiero intentarlo. Ahora voy a violar mi ley Hippa.

He tenido suerte. A mis 53 años no padezco de alta presión. Mi azúcar está en sus niveles. El colesterol está en rango normal.

Me hice una revisión del corazón; palpita y circula como un reloj. Visité al urólogo y me rendí a la evaluación artesanal. Lo hice con un miedo del cará, pero lo vencí.

Como verá puedo aspirar a meter más millaje a esta carrocería. Me siento como coco. Soy un abuelo joven y chulito. Quiero disfrutar de la nueva generación que va llegando a mi familia.

Confieso que, en ocasiones, soy oveja descarriada y puedo sucumbir ante cualquier chinchorro. No obstante, como dije, me propongo envejecer con dignidad. Así que agradezco a Luz Nereida que siguiera insistiendo.

Cada día descubro algo que pensaba no podía hacer. De eso se trata el juego de la vida. Intentar, perseverar y no rendirse. Luz me enseñó que no existe una edad particular para empezar algún proyecto o involucrase en algo nuevo.

Perdone que lo haya entretenido con esta bobada. Para temas más profundos pase a la próxima página y encontrará el asunto del mensaje del gobernador.

Escribí esto porque entiendo que tiene un mensaje. El momento de levantarse es ahora. Así que vamos a pararnos de la silla o el sofá y mueva el culete. Nunca es tarde, como me enseñó Luz Nereida.