La Universidad de Puerto Rico (UPR) se encuentra desde hace años en una mala racha. Se ha perdido el brillo que una vez tuvo y ello es de preocuparse. A finales de mes, perderá a su presidente, tras ser despedido por la Junta de Gobierno del sistema. El mismo que lo contrató, se desprende de él, tres años más tarde.

En mi opinión, y creo que en la de muchos, el Dr. Jorge Haddock Acevedo fue una gran decepción. Ante la opinión pública, fue incoloro. Su voz no se oía y su figura no era vista. Decidió quedarse en las cuatro paredes de la institucionalidad. ¡Grave error!

Nuestra Universidad necesita una voz enérgica que debata dentro y fuera. Que la opinión pública conociese el pensar sobre la eliminación de recintos, los elevados costos educativos, las determinaciones de la Junta de Control Fiscal, entre ellas, el propuesto recorte de $94 millones. En fin, infinidad de temas que ameritaba o necesitaba de su presencia. Lamentablemente, no lo hizo.

Se empeñó en ser “El Hombre Invisible”. Claro, si usted argumentara que su ausencia pública se compensaba con una vibrante acción en lo más íntimo del sistema, pues fenómeno. Pero no. Esto nunca ocurrió. No lo digo yo. Lo dice el ingeniero Emilio Colón, presidente de la Junta de Gobierno de la Universidad de Puerto Rico, quien aquilató la opinión de todos los miembros del organismo y, de manera unánime, votaron por separar al Dr. Haddock del cargo.

Serias fallas de supervisión le costaron el empleo. El ingeniero Colón explicó que Haddock invocó el desconocimiento de la situación cuando se le enfrentó con la noticia de que el Recinto de Ciencias Médicas perdió su acreditación en el prestigioso programa de neurocirugía. Es más, fue a través de los medios de comunicación que la Junta de Gobierno de la UPR se enteró de la pérdida de esa acreditación. Esto, queridos amigos, es inaceptable.

Determinaciones como la ocurrida no se toman de la noche a la mañana por parte de los entes acreditadores. Pero el Dr. Haddock parece que no hablaba con el rector de Ciencias Médicas y ese campeaba por su lado, sin rendirle cuentas a nadie. De igual forma, se reportaron fuertes choques entre el Dr. Haddock y la Junta de Gobierno por el plan fiscal que debería someterse a la Junta de Control Fiscal.

Como si fuera poco, el saliente presidente mantenía mala comunicación con los trabajadores del sistema. Hablamos desde la Hermandad de Empleados Exentos No Docentes, hasta los propios profesores.

Tampoco cumplió su promesa de crear una estructura más pequeña en la Administración Central y lo que hizo fue crear más vicepresidencias con pagas salariales muy saludables. Mientras ello ocurría, no cumplía con su promesa de allegar fondos externos para la UPR. Tal promesa fue la que más sonó al momento de anunciar su designación en el 2018, cuando se trajo de los Estados Unidos con un jugoso contrato, en el cual devengaría $240 mil anuales.

Anterior a ese contrato, un presidente cobraba $105 mil al año. Así que la presidencia del Dr. Haddock se puede resumir como una de mucho ruido y pocas nueces. Triste final para este profesional que pasará al olvido muy pronto, pues como dije, decidió ser un hombre invisible.