En estos días, el mundo de la política trajo a la luz pública otra controversia que involucra a uno de sus personajes. En esta ocasión, se trata del alcalde de Arecibo, Carlos “Tito” Ramírez, de quien filtraron audios de “tiraera”, despectivos, machistas y hasta homofóbicos.

Al parecer, los audios en cuestión formaban parte de un chat integrado por militantes del Partido Popular Democrático (PPD) y que agrupaba personas de distintos niveles. En conversación con el presidente de la colectividad, Jesús Manuel Ortiz, el chat era integrado por más de 140 personas.

Es más, el propio presidente del PPD admite que estuvo en el chat, pero que se salió antes de las declaraciones explosivas del alcalde arecibeño.

No existe nada ilegal en crear un chat. Es una herramienta de trabajo y de comunicación. Al escribir en estos, usted debe medir las consideraciones a largo plazo. No siempre lo que se escribe es bien recibido. Es más, debe partir de la premisa que surgirán diferencias.

Al usted participar en un chat, la compleja naturaleza humana no desaparece. Por el contrario, se amplifica. Solo piense que le puede ocurrir lo mismo que a un arrestado. Lo que usted escriba o envíe por voz, puede ser usado en su contra.

El incidente con el alcalde Ramírez demuestra, una vez más, cómo en la política no existen lealtades. Al igual que ocurrió en el chat del verano de 2019 y en el de Aguadilla, todo lo que se escribió no queda en el anonimato.

La armonía y el lema de “todos somos hermanos” queda a un lado cuando el interés particular de uno o más de los participantes del chat se vea comprometido. En ese momento, no van a titubear para filtrarlo o publicarlo por la vía que sea.

Parece que las tarjetas a quienes estaban dirigidas las “burlas” o ataques del alcalde, eran personas de tercer o cuarto nivel. Ello poco importa. Son personas irrelevantes. El daño se lo inflige el que tiene un rango mayor. En este caso, el alcalde que lleva tragando agua varios días.

El mundo cambió. Ahora todo se graba. Todo se filma. Una foto o video en un lugar equivocado, a la hora equivocada, asesina para siempre una reputación. Lo que se escribe también afecta. Si usted comete el desliz de grabarlo con su voz, peor.

De lo escrito, usted se puede defender diciendo que lo escribió otro. Claro, siempre quedará duda, pero puede hacer uso de esa bomba de humo. De su voz, nadie escapa. Si es la suya, “adiós luz, que te apagaste”.

A don “Tito” parece que no le quieren mucho en el interior de su partido. El propio presidente de la Cámara, Rafael “Tatito” Hernández, le puso una cruz bien grande tras el proceso electoral del 2020. La mala sangre ha llegado a tal punto que “Tatito” no disimula y quiere que lo vean con José “Memo” González, representante del Partido Nuevo Progresista, y quien parece ser aspirante del bando azul a la poltrona.

Es el mismo alcalde que tuvo el lío con la convicta Mari Tere González y que terminó devolviendo el dinero, tras demostrarse que había sido contratada irregularmente.

Es el mismo alcalde que Luis “Narmito” Ortiz insinuó en radio que había escuchado rumores de que traqueteaba en asuntos turbios, antes de entrar al mundo de la política.

Todos los incidentes antes descritos provienen de las entrañas del partido en el cual milita. Esto demuestra “que no existe peor cuña, que la del propio palo”.

Por lo pronto, tenemos dos enseñanzas aquí: No fiarse de nadie, pues en ocasiones los puñales salen de tus correligionarios y, lo más importante, sea juicioso con lo que escribe en cualquier chat. La privacidad no existe en ese espacio.

Ya lo dijo Benjamin Franklin: “Un secreto puede ser guardado entre tres, sólo si dos de ellos han muerto”.