De cara a las elecciones del 3 de noviembre, el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) enfrenta varios retos. El principal, su supervivencia política.

La última gran demostración electoral del PIP fue en los comicios del año 2000. Para esa fecha, Rubén Berríos había llamado la atención general por su entrega en la lucha por sacar la Marina de Guerra de los Estados Unidos de la isla municipio de Vieques. Con este impulso, logró 104,705 votos netos para su candidatura. Ello representó el 5.7 por ciento de los votos emitidos. De ahí en adelante, el PIP no ha sido el mismo. En el 2004, Rubén se postuló nuevamente, pero no con la misma efectividad y perdió, prácticamente, la mitad de los votos.

Berríos logró unos 54,551 sufragios, lo que representó el 2.7 por ciento de los votos emitidos. Con tales resultados, la colectividad no quedó inscrita. El mismo panorama se repitió en el 2008, bajando a un 2%. Perdieron nuevamente su franquicia en el 2012 y 2016. En esta última elección sacaron 33,729 votos, lo que fue igual a un 2.1 por ciento. Es por ello, que se mira con atención la candidatura de Juan Dalmau.

Dalmau ha brillado en los cargos que ha ocupado, que van desde Secretario General de su colectividad, Comisionado Electoral y senador. En este rol ha sido efectivo, tanto en la fiscalización como presentando medidas legislativas bien pensadas y necesarias.

Además, es hombre de familia, jovial y sencillo. Tiene un gran sentido del humor. Sonríe a cada rato y usa las redes sociales para proyectarse de manera transparente. Es un estilo muy distinto al intelectual e incoloro de sus antecesores.

Si bien es cierto que ya tuvo un turno al bate en las elecciones de 2012 y tampoco logró retener la franquicia electoral, no es menos cierto que luego de Rubén Berríos ha sido el mejor candidato en términos de captar votos. Contrario al Partido Nuevo Progresista, que ha mantenido con éxito la representación del ideal de la estadidad, el PIP no ha corrido con la misma suerte.

El independentismo está fragmentado y con diversos puntos de vista. En el pasado, conocidos líderes no escondieron sus diferencias golpeando las posibilidades de un éxito electoral. Promulgan una fórmula que no es favorecida por el ciudadano común y corriente, que ha sido más receptivo al mensaje de la unión permanente a los Estados Unidos. Romper ese mensaje es complicado. Está atado a unas ayudas económicas, modelos de dependencia y otras estructuras que simplemente no se identifican de forma exitosa en el modelo de la república.

El puertorriqueño no se siente maltratado por el imperio. Eso no existe en la psiquis boricua. Resulta difícil promulgar la separación del “tirano opresor” sobre todo en estos tres años, en los que distintos fenómenos atmosféricos y hasta pandémicos, han provocado inesperadas ayudas monetarias. Claro, también ha provocado terribles retos económicos que impactan a esa misma ciudadanía, pero es tema para otro momento.

Por eso, resulta interesante el giro que ha dado a su campaña Dalmau. No se trata del típico dirigente vomitando odio a gringolandia, ni rasgándose las vestiduras para demostrar que es el gran paladín de la independencia. Por el contrario, ha señalado sin timidez que votar por el PIP, no es votar por la independencia. De manera pública, es un cambio de discurso importante. Con esa movida pretenden insertarse como opción de administración del esquema gubernamental.

Tal vez, sea atacado como colonialista, pero Dalmau está haciendo algo diferente. No tiene los recursos económicos para potenciar su mensaje y gira en torno a su agradable presencia. Las redes le favorecen. Si la mitad de los que dicen apoyarlo, votan por él, podría verse una demostración interesante y tal vez, lograr la inscripción automática de su colectividad y llevar nuevamente a sus candidatos a la legislatura. Si logra ese primer paso con éxito, será interesante ver si comenzará una verdadera transformación de esa estructura política.

Tiempo al tiempo.