En esta sociedad moderna es importante sumar personas que muevan nuestra conciencia y provoquen el choque de opiniones.

Es importante discernir, usar la masa encefálica para dejar de ser unos meros espectadores de las cosas que pasan en nuestra Isla.

Nunca podemos dar por bueno lo que nos dicen. Ante esto, es importante prestar atención a las distintas voces que se levantan. 

Existen personas que no se esconden para ser vocales.

Hoy les voy a hablar de dos de ellos que pertenecen a la misma iglesia. Se trata de dos sacerdotes. Tienen la misma vestimenta, profesan la misma fe, pero ven las cosas desde un crisol diverso.

Uno se identifica con las causas sociales, con el pueblo y sus retos, no rehúye a meterse con el gobierno para elevar su pensamiento crítico ante los intereses particulares que atentan contra nuestra estabilidad económica o política.

El otro, se sumerge en la controversia que puede resultar más visceral pues entra a la evaluación más tradicional de los valores cristianos. Este otro tampoco teme enfrentar gobiernos o acudir a las audiencias públicas para dejarse sentir. 

Estos dos seres responden a los nombres de padre Pedro Ortiz y padre Carlos Pérez.

Son soldados rasos de una iglesia jerárquica, bastante antigua y de hablar lento. El pausado verbo es tan lento como el cambio que debieran hacer en sus estructuras, pero eso es tema para otro momento.

Lo importante es destacar que estas personas se atreven a dar el paso valiente para mostrar desde esa perspectiva su punto de vista. Lo hacen para “jamaquea” conciencias o provocar la discusión que dé paso a la diversidad. 

Existen instituciones que, desde mi punto de vista, son vitales en la participación ciudadana. La iglesia con su amplio espectro es una de ellas.

Algunos pensarán o adoptarán el argumento de separación de Iglesia y Estado para justificar alguna mordaza. 

Sin embargo, la separación de Iglesia y Estado no significa la complicidad del silencio ante actos erróneos que merecen ser puestos en la vitrina pública.

Todos merecemos estar representados. Ese es el espíritu mismo de la democracia de la cual tanto alardeamos.

Pedro y Carlos son ejemplo de valentía.

Cada cual con sus luces y sus sombras. Quizás pueda acusar a uno de izquierdoso y al otro de ser ultraconservador o reaccionario, pero ambos tienen la virtud de hablar por la calle del medio. 

Han impactado a sus comunidades, han sido ejemplo de las enseñanzas del ser más revolucionario que vino a este mundo y que habló con fuerza denunciando injusticias.

Pedro y Carlos, dentro de su humanidad, podrán tener la imperfección del que se equivoca algunas veces, pero eso demuestra lo que dijimos al principio.

Queremos personas que piensen y se atrevan a dialogar, pues de esa forma provocaremos el semillero de ideas que nos libren de gobiernos ineficientes.