Compadre, ¡vivimos en una sociedad hipócrita!

Así me contestó un ciudadano con el que entablé una conversación casual. El tema que nos ocupó fue el deseo expresado por el exsenador Héctor Martínez de aspirar al escaño de Margarita Nolasco, quien fuera designada directora de la ACAA. 

En las redes sociales se “pusieron las botas” con el asunto. Destacaban que estaba inhabilitado por su caso judicial. La reacción social amerita una reflexión.

Héctor, sí enfrentó acusaciones a nivel federal junto al empresario Juan Bravo, pero en dos ocasiones los jueces federales desestimaron todo. 

En la primera ocasión, revocaron el dictamen por el cual estaban cumpliendo cárcel y en la segunda, desestimaron los cargos que se habían presentado, tratando así de enmendar las incorrecciones que motivaron la cancelación de la primera sentencia. En otras palabras, el exlegislador enfrentó el sistema y salió airoso, aunque en un proceso tortuoso y largo.

Nuestro ordenamiento jurídico establece que todo imputado tiene derecho a enfrentar la justicia y que el sistema pruebe que usted es culpable. Ya sea por falta de prueba, tecnicismos, dictamen de jurado, de un juez o cualquier otra vía, si usted sale bien, su récord queda incólume. Al señor Martínez hasta el título de abogado se le restituyó. 

Así que tiene todo en derecho para poder aspirar. Claro, los electores o delegados tienen todo el derecho de rechazarlo, si entienden que existe otro candidato o candidata que reúne mejores requisitos. 

Les doy otro ejemplo. El entonces gobernador Aníbal Acevedo Vilá enfrentó acusaciones a nivel federal por alegados cargos de corrupción. Tras un juicio muy difundido por la prensa, un jurado lo encontró no culpable. Así que legalmente, Acevedo Vilá no cuenta con nada en su récord que le impida aspirar a cargos electivos. Incluso, así lo hizo al retar a Héctor Ferrer Ríos en un proceso interno del Partido Popular.

Otro que levanta pasiones es Jorge de Castro Font. Al contrario de Martínez y Acevedo Vilá, el exlegislador sí fue convicto por actos de corrupción, cumplió cárcel y su condena. Una vez en la libre comunidad tiene derecho a rehacer su vida.

De Castro Font ha estado ligado a la política toda su vida. No sabe hacer otra cosa y un canal de televisión privado lo contrató para hacer análisis político en un programa de temas de farándula y cotidianos. No recibe dinero público, sino privado. Habla de lo que ocurre en el día a día de la política partidista. Sin embargo, lo siguen fustigando, criticando y ajusticiando. 

Claro, usted también tiene el derecho de sí no es de su agrado, cambiar de canal. 

Lo que ocurre con estas figuras políticas no es ajeno a los ciudadanos comunes y corrientes. Es más, pensaría que es peor. Vivimos en una sociedad que se da golpes de pecho vanagloriando su sistema de justicia. Dice de la boca para afuera que creen firmemente en las segundas oportunidades. Sin embargo, no es cierto. Si a usted lo acusan de cualquier cosa, ya lo presumen culpable. Si sale bien, da igual pues nuestros hermanos dirán que salió bien por algún truco. Si es culpable y cumple, está igualmente “chavao” pues no le darán esa segunda oportunidad. Dirán que usted nunca se rehabilitará y le sacarán el cuerpo como si tuviera la peste bubónica. 

Muchos exconvictos que desean rehacer su vida no encuentran quien le de la mano. No tienen trabajo y si consiguen alguno, es en condiciones casi de esclavitud. Estoy consciente que muchos hacen el esfuerzo ante la realidad de que el sistema de corrección pocas veces rehabilita. El sistema les falla peor de lo que ellos le fallaron a la sociedad. 

Pocas veces miramos esta realidad. Nos gusta juzgar a los de cuello blanco y los que no lo son. Al fin y al cabo, creo que el amigo de platica tenía razón. Somos una sociedad bastante hipócrita. Yo añadiría, ¡también sin remedio!