El gobierno de Puerto Rico se ha puesto como meta el comenzar las clases presenciales a partir del 3 de marzo. Lo hace mientras atravesamos un período complicado por la lentitud en el despacho de la vacunas. Puerto Rico está en medio de una carrera desenfrenada por adquirir vacunas y a tales efectos, estamos atascados hace un rato en las poco más de 40 mil vacunas que llegaban desde diciembre. Los datos no mienten. La pandemia está acelerando el proceso de partida de nuestros adultos mayores. En un país envejecido como el nuestro, ese sector debe ser prioridad, ya que hablamos de sobre 700,000 seres humanos. Todos los ejecutivos gubernamentales dicen de la boca para afuera que nuestros viejitos son prioridad. Pero, empezaron a saltarlos. Hablaban de los primeros respondedores y han sido tan elásticos con ese grupo, que hasta funcionarios de la Comisión Estatal de Elecciones han incluido en las listas. Cada vacuna que se desvía para alguno de esos grupos, significa ponerse a jugar la ruleta rusa con nuestros mayores.

Es así como llegamos al sector educativo. Comenzaron a vacunar maestros, conserjes, empleados de comedor y otros. La meta era empezar a dar clases. Antes de abrir los planteles, quedan muchas preguntas en el aire. ¿Cómo están las escuelas? Al parecer, zona de desastre. El martes, la Asociación de Maestros, gremio que presidió la actual Secretaria de Educación, denunciaba que visitaron cerca de 656 escuelas y que el 50% de ellas no tenía Internet. Que unas 234 tenían sus áreas verdes sin recortar; 208 con escombros sin recoger; 410 estaban sin pintar y 24 no contaban con director asignado. La Oficina del Mejoramiento de Planteles y Edificios Públicos, ha arrastrando los pies, ya sea por falta de fondos o por negligencia. Por ejemplo, lo de los fondos deja a uno perplejo. El lunes vimos cómo el presidente Biden firmó para que finalmente se desembolsaran millones de dólares de la época del huracán María. Han pasado tres años y cuatro meses y es ahora que sueltan los chavos. Entre esos fondos, existe dinero para mejorar las escuelas. Si eso es así, las ayudas de los terremotos del Sur, ¿cuándo llegarán? Allí las escuelas inhabitables no han sido destruidas siquiera. ¿Qué será de construir planteles nuevos? Ante esta realidad, ¿el plan B ha sido discutido? Los alcaldes se quejan de que no. Pura improvisación.

Para mal de males, hace varios años el sistema cerró escuelas que muy bien pudieron haber sido alternativa B, porque entre ellas, habían planteles hasta sismo resistentes. Nunca se pasaron a entidades para que le dieran algún uso provechoso o a los mismos municipios. En su lugar, se convirtieron en establos o, según contaba Henry Newman, en San Juan se encontró hasta galleras clandestinas, en lo que en el pasado fueron centros de educación. Todo eso denuncia falta de planificación y grita, falta de visión. Aquí parece que nos levantamos una mañana cualquiera, ensalivamos el dedo, lo paramos y según sople el viento, por ahí es que se toman decisiones.

Como si fuera poco, los transportistas están en una crisis severa. Están a punto de cumplir un año y sus vehículos sin generar ingresos. Los camiones se ha deteriorado, muchos no tienen marbetes, los seguros le pone peros a la hora de renovar los mismos, pues una buena parte de la flota de vehículos escolares de la isla tiene más de 20 años de uso. En mi programa de radio me enteré, que muchas de las guaguas que llegan a la isla tienen más de 10 años de uso y son rematadas aquí. Eso es de preocupación, pues nuestros hijos y nietos se montan en esos vejestorios. Con esta crisis, no tienen dinero para modernizar la flota y los conductores de esos vehículos o han emigrado a los Estados Unidos, se fueron a conducir otro tipo de camión o están en sus casas disfrutando de las ayudas de la pandemia que ahora se extendieron hasta septiembre.

Me preocupa también el reunir los estudiantes en una mismo salón. De todos es sabido que esa población no cuenta con vacunas. Se necesita explicar cuál será el plan de acción para evitar y monitorear contagios. Si el proceso de inocular está atrasado, ¿debemos tomar el riesgo de que esos niños puedan contagiar a los mayores que se puedan encontrar en su entorno? Con todo este lío que les he narrado, pienso que agosto pudiera ser más razonable para iniciar el proceso escolar. Ya para esa fecha tendremos una mayor cantidad de personas vacunadas. El Gobernador en su buena fe y respondiendo a la presión de algunos sectores quiere acelerar el proceso. Ahora hablan de una apertura parcial. Pero ni siquiera esa idea es apoyada por científicos responsables como Faviola Cruz. El secretario de Salud habla de una resolución para dar prioridad a los adultos mayores y destinar todas las vacunas de febrero para ese sector. Sin embargo, la secretaria de Educación aclara que el proceso de vacunación a los maestros seguirá y el General Reyes habla de que a finales de febrero todos los educadores quedarán vacunados.

La matemática no cuadra aún con el anuncio de que asignaron unas cuántas miles de vacunas. O se dice algo por simplemente aplacar y calmar la opinión pública, pero en la práctica se ejecuta otra cosa. Así las cosas, vuelvo y digo. La prisa es mala consejera. La prioridad en estos momentos es vacunar.