Al momento de salir a la calle esta edición de Primera Hora, una cantidad indeterminada de puertorriqueños estarán preparándose para marchar en contra de LUMA. Los protestantes encierran diversos corajes y frustraciones, que pueden identificar a la mayoría de la población. Posiblemente, no todos se movilizarán a la calle, pero sí se tiene que admitir que prácticamente todos tenemos un lado hinchado gracias a LUMA.

La semana pasada discutía en mi programa de radio una serie de hechos que, de verdad, hieren la retina. Aunque diversos analistas no le vieron la ilegalidad, sí estipularon la gansería. Lo más triste es que juegan con el dinero suyo y mío. Ese que desembolsamos dolosamente ante Paquito cada mes de abril.

Unos meses antes de que LUMA tomara las riendas totales de la administración de la transmisión y distribución de nuestro sistema eléctrico, se inscribe en el Departamento de Estado de Puerto Rico la compañía Centurion Group, empresa que ya existe en los Estados Unidos. El registrarse aquí es parte del proceso normal para hacer negocios en la isla.

Como parte de las responsabilidades de LUMA se encuentra el control de vegetación y mantenimiento de las líneas. Esto lo conocemos usted y yo, como el desganche. Un área que no tiene contento a nadie. Frecuentemente, se reciben quejas o denuncias de personas que reportan líneas tragadas dentro de árboles en todo Puerto Rico.

Antes de LUMA, habían cuatro empresas que cubrían ese control de vegetación de nuestros sistema. Estas compañías eran Xpert’s, Master Link, DRC y Perfect Integrated Solutions. Al entrar LUMA, decide no renovar o cancelar contratos con dos de esas compañías, que llevaban varios años brindando servicios y que, tal vez, lo único que necesitaban era apretar un poco el botón de la productividad.

Para sustituir a las empresas eliminadas, todas locales a pesar de sus nombres en inglés, se procede a contratar a Centurion Group. Curiosamente, se informó que la empresa no tenía ni empleados, ni equipo en Puerto Rico. La segunda no sería de problema, pues LUMA le brindaría los equipos, (¡qué mamey!), para que puedan realizar el trabajo. Sobre el personal se dijo que procederían a una contratación de empleados. Ambos movimientos llevan a rascarse la cabeza. ¿Cómo es posible que se seleccione a una empresa con esas dos deficiencias de entrada? Pero el mundo de los negocios de las Alianzas Público Privadas en nuestra isla es así de alocado.

El contrato de Centurion Group se firmó el pasado mes de mayo por unos $60 millones y tendrá una vigencia hasta mayo de 2025. Pero ahora les comparto otro dato que hiere la retina, nuevamente. El que fuera vicepresidente de Operaciones de LUMA, Todd McLaren, se convirtió en el nuevo vicepresidente de Operaciones Centurion Group.

El propio McLaren reveló en su perfil de la plataforma Linkedln que había empezado en Centurion en febrero de este año, pero que estuvo en LUMA hasta el mes de abril.

Al pedir reacciones, el Sr. Hurtado, uno de los tantos VP de LUMA, se limitó a decir que no era correcto que McLaren estuviera hasta abril en la empresa. Lejos de esa escueta aclaración y que Centurion Group no era una subdivisión de la matriz de LUMA, Quanta-Atco, no dijo nada adicional. En el tintero quedaron tantas preguntas. ¿Conocía McLaren a la gente de Centurion antes de que llegaran a Puerto Rico? ¿Cómo fue esa negociación? ¿Tuvo algo que ver con su inscripción en la isla? En fin, preguntas y más preguntas...

En el campo de gobierno y según las leyes vigentes, cualquier funcionario público tiene que cumplir una veda de hasta dos años al momento de abandonar una agencia y así poder marcharse a trabajar con una empresa contratada por dicha agencia a la cual estuviera relacionado.

En el campo de las Alianzas Público Privadas, eso al parecer se pasa por donde no da el sol. Lo triste de todo este asunto es que juegan con nuestro dinero. Aún no ha comenzado el desembolso grande para la reconstrucción de nuestro sistema eléctrico. Para ello falta un poco. Así que sortean contratos y juegan a las sillas con nuestros chavitos.

Los que tienen la obligación de fiscalizarlos se tragan la lengua. No hablan. Están mudos mientras somos muchos los que ya tenemos la retina bien herida ante tanta movida de traqueteo.