En días recientes, la gobernadora Wanda Vázquez recibió en La Fortaleza a los legisladores del Partido Independentista Puertorriqueño, Juan Dalmau Ramírez y Denis Márquez Lebrón. El acto de cortesía y elegancia política sirvió también de preámbulo para que ambos legisladores llevaran un wish list de peticiones. 

Entre ellas, se destacó la idea de que el sistema electoral puertorriqueño adopte el concepto de la segunda vuelta electoral. Este concepto, que surge en Francia por vez primera a mediados del siglo 19, busca que el aspirante a gobernante resulte electo con mayoría absoluta. De no lograrlo en la primera votación, entonces se activaría una segunda vuelta que enfrentaría a los dos candidatos con la mayor cantidad de votos. El método busca otorgarle al candidato electo el mandato absoluto al superar el 50% de los votos emitidos en las urnas. 

Cerca de 80 países utilizan esa fórmula o alguna variante para garantizar una mayoría contundente a su gobernante, algunos tan cercanos a nosotros como República Dominicana, Haití, Costa Rica y Colombia.

Claro, las segundas vueltas tienen sus variantes y sus propias reglas. En Costa Rica, por ejemplo, la segunda vuelta se activa si el aspirante a presidente no alcanza el 40% o más de los sufragios. Esto quiere decir, que si el candidato supera ese por ciento queda electo en la primera vuelta, aunque no haya alcanzado el codiciado 50%. 

Desde 1968, año cuando comenzó la alternancia del PNP y el PPD en el poder, solo se ha superado la mayoría absoluta en tres ocasiones. El primero en lograrlo fue Rafael Hernández Colón (PPD) en el 1972, cuando fue apoyado por el 50.7% de los votos emitidos. 

Ocurrió nuevamente en el 1996, cuando Pedro Rosselló González (PNP) obtuvo un sólido 51.1% de los votos y superó el millón de votos. Era la primera vez que un gobernante de cualquier partido superaba esa cifra neta de sufragios. 

Luego, en el 2008, Luis Fortuño (PNP) superó la cifra neta de votos, al recibir 1,025,965 de sufragios, lo que le representó un 52.8% del votos emitidos en las urnas.

Estas son las únicas ocasiones en que se rebasó esa mayoría absoluta. Claro, en la elecciones de 1992, Pedro Rosselló González obtuvo el 49.9% de los votos quedándose a solo .1% de llegar. 

Ricardo Rosselló Nevares ha sido el gobernador electo con el menor número porcentual de votos. El novel político llegó al poder con el 41.8% de todo el sufragio. 

No quiero marearlo con estos números. Solo quiero poner en perspectiva la realidad electoral de la Isla y lo que ha ocurrido en las urnas. La propuesta tiene dos retos. Que se apruebe a nivel legislativo y luego que sea enmendado a nivel constitucional, pues dudo mucho que pueda ser una simple enmienda a la Ley Electoral. 

Ahora bien, ¿logrará el PIP convencer a la mayoría del PNP de que apruebe esta idea? Realmente está difícil. La realidad electoral le ha demostrado a ese partido que no necesita trastocar un sistema que no atenta contra ellos.

De los pasados cuatro procesos electorales, el PNP ha ganado dos elecciones y las dos que ha perdido, las ha batallado hasta el final del camino. En el 2004, perdieron por solo .2% y en las elecciones de 2012, el PPD obtuvo la victoria con solo .6% de ventaja. El PNP es sin duda el partido más grande electoralmente y, por ende, no harán algo que ponga en ventaja al adversario. 

Así que la propuesta del PIP tendrá que esperar a que el PPD logre nuevamente el control legislativo y de gobierno. Luego tendrá que trabajar con los miedos que eternamente atan a esa colectividad a cualquier cambio posible.

Como se habrá dado cuenta, el panorama luce complicado para lograr en la Isla una segunda vuelta electoral.