Estamos de luto. No es para menos. La irreparable pérdida de Andrea Ruíz Costas y de Keishla Marlen Rodríguez Ortiz es una bofetada para todos. ¡Cuánto dolor!

Sus tragedias nos desnudaron. Le fallamos a ellas y a todas. Tenemos un sistema de justicia deficiente, un Gobierno deficiente, pero sobre todo, una sociedad deficiente.

Fallamos todos, en mayor o menor grado. Hemos acumulado durante décadas y generaciones prejuicios, macharranerías, conceptos, así como actitudes equivocadas.

Desde hace tiempo, personas así como organizaciones llevan la voz de alerta en busca de que despertemos. Escuchamos lo que nos dicen, muchos asienten y les dan la razón. Luego aparecen estos asqueantes asesinatos. Se nos estruja el corazón y se nos vuelve una pasita.

Pero al poco tiempo, seguimos con nuestras vidas. La rutina nos envuelve y los prejuicios inconscientes o conscientes vuelven a dominarnos. Es como si el susto nos durara varias semanas, pero más nada.

¡Trágico! Bochornoso. El cambio está en nosotros. Por más que presionemos al Estado. Por más que fustiguemos el sistema judicial y jueces como Ingrid Alvarado, que atendió o mal atendió el caso de Andrea, no lograremos nada si nosotros saboteamos las actitudes de cambio, comprensión y equidad en nuestros respectivos hogares.

Ahí está la responsabilidad colectiva. Necesitamos una sociedad moderna. Que opte por el cambio verdadero. Nuestro disco duro, ese que está metido en nuestro cerebro, está contaminado.

La educación es el camino correcto y la escuela el instrumento. Todas las escuelas, públicas y privadas, deben inculcar desde los más pequeños el valor de una sociedad en igualdad. De tolerancia. Claro, será un proceso lento. De años y décadas, pero no debe ser desalentado bajo ningún concepto, pretexto o ideología.

Estemos claros. Los seres humanos no somos esclavos de nadie. La mujer no es un objeto. No es una posesión. Nos unimos de manera libre y voluntaria. Cuando las cosas no funcionen o se acabe el amor, que podamos partir de manera madura y con el menor dolor posible. Que la violencia siempre es inaceptable.

Gritamos por las muertes de Andrea y Keishla, pero aquí se maltratan niños, viejos y enfermos. Existe inequidad por todos lados.

Conocemos casos y preferimos callar. Escuchamos situaciones, incluso de nuestros vecinos, y preferimos hacemos de la vista larga. Eso tiene que cambiar.

Vivimos en una sociedad individualista. No pensamos en el colectivo. Triste realidad. Por eso reflexionemos, porque en estas asignaturas... ¡NOS COLGAMOS TODOS!