Sin lugar a dudas, no existe grupo de personas con peor imagen pública que nuestros legisladores. Escándalos de corrupción, mal manejo de temas públicos, pobre ejecutoria y hasta asuntos personales que rayan en el escándalo han sazonando su mala fama.

Sin embargo, no son todos. Realmente, ha sido un grupo. Cuatrienio tras cuatrienio, encontramos la mala hierba. Pero, si hace la contabilidad, no llega a la docena.

Contamos con 78 seres humanos agrupados en dos Cámaras. Así que cada cuatro años, 60 o más mantienen la compostura y tratan de dar lo mejor de sí.

No olvidemos que nuestra Legislatura es un reflejo de nuestra sociedad. En nuestro entorno, tenemos de todo. Generalmente, contamos con gente de gran valía, pero también bastantes “vela güiras”, truqueros, chanchulleros y maleantes.

Ahora bien. Debemos estar claros que cada día encontramos profesionales de primer orden, así como personas altamente calificadas que le dice “fochi” a la política. No quieren ni mirar para allá, a pesar de tener las herramientas para brindar un buen servicio.

Es responsabilidad de los partidos políticos o movimientos trabajar el asunto institucional. Dejar atrás el clientelismo político. El traqueteo de apoyar amigotes. La jauja de los contratos. En fin, múltiples prácticas que hacen que personas serias y decentes digan no al servicio público.

Otro asunto a considerar es la paga. Difícilmente, profesionales de alto calibre consideren entrar con los salarios que se pagan en la Legislatura, el gabinete constitucional y hasta el de Gobernador.

El primer mandatario de la isla tiene un salario de $70 mil. Bien es cierto que no gasta en comidas, alojamiento y transportación, pero sus asuntos personales se los tiene que suplir.

En las ocasiones que hemos tenido un gobernador joven con familia, como lo fue Alejandro García Padilla, este tiene que seguir con las obligaciones normales de todo mortal. Entiéndase el colegio de sus hijos, la ropa de estos, así como obligaciones adicionales, como el pago de una hipoteca, etc.

El salario se mantiene en ese nivel desde 1989 y le comenzó a aplicar a Pedro Rosselló, ya que la ley establecía que entraría en vigor en el próximo cuatrienio. Por tres décadas y media se ha mantenido así.

La misma ley fija en unos $65 mil el salario de otros funcionarios gubernamentales. No obstante, se ha permitido que se hagan excepciones a jefes de gabinete para que ganen más y así poder contar con gente que ocupe tales posiciones.

Finalmente, los legisladores. Estos muchachos están en $73 mil. Con el paso del tiempo y debido a sus excesos, malas prácticas y mala imagen, se han quitado beneficios que muchos consideraban exagerados. Por ejemplo, ya no cuentan con carros pagados por el gobierno, tampoco cobran dietas por asistir a vistas públicas o por viaje, si es que residen en municipios lejanos. Tampoco se les paga sus teléfonos.

Los legisladores no acumulan días por enfermedad, ni días por vacaciones. Tampoco tienen retiro. Sí, le aplican las deducciones contributivas, de seguro social y de Medicare. Así que esos $73 mil, que a usted le puede sonar a mucho dinero, realmente no lo es.

Créame, legisladores como Juan Zaragoza, un CPA respetable y con vasta experiencia, podría estar ganando mucho más en la empresa privada. Igual caso ocurre con el ingeniero Jesús Santa. Los menciono a ellos, a manera de ejemplos, ya que también existen otros.

Ahora bien, tenemos casos claros de personas que, si no fueran legisladores, no llegarían a ese salario. Particularmente, esos son los que, curiosamente, incurren en papelones públicos.

Como dije, el salario no lo es todo, pero elevar los sueldos de estos funcionarios abonaría a que personas preparadas puedan aventurarse a pensarlo. A lo mejor, la pegamos y el nivel comienza a subir.

En estos días en los que se ha realizado el ejercicio de elevar los salarios de los servidores públicos, como maestros, policías, bomberos y otros empleados a nivel gubernamental, así como los de la rama judicial, valdría la pena incluir también al Gobernador, legisladores y jefes de agencia.

Sé que a muchos no les agradará. Sé que tendremos una hemorragia de reacciones vomitando fuego. Me quemarán en la hoguera pública, pero es simplemente una opinión. Claro, una bastante impopular, pero como dice Jay, “los datos son los datos”. ¡Hasta la próxima!