El próximo 17 de mayo termina el ciclo contributivo relacionado al año 2020. Uno celebrado por muchos, pues, por segundo año consecutivo, el desembolso de los reintegros se realizó de manera acelerada.

La celebración no es para menos. Antes de la llegada de Francisco Parés, los reintegros eran una especie de misterio, pues se debía esperar al cierre de la fecha límite para que empezaran a fluir. Digo fluir por ser generoso, pues sabemos que tardaban meses y meses en llegar a su buzón.

Claro, tenemos que reconocer que con Raúl Maldonado vimos algunos destellos de prontitud, pero es con Parés que la bola se fue por encima de la verja.

Ahora bien. Hacienda está haciendo lo que se supone. Le devuelve el dinero que usted aportó de más. Sin embargo, Hacienda se queda aún con una porción. Todos aportamos. Unos menos, otros más. Todo depende de la escala salarial en la que usted y yo nos encontremos. Dentro del sistema democrático que vivimos, tal dinero se destina a servicios que nos deberían beneficiar a todos. Al menos, así lo han propagado por décadas.

Hoy, lo voy a poner a pensar. Si pagamos para un beneficio colectivo, ¿el Gobierno, está poniendo de su parte para utilizarlo sabiamente? ¿En realidad, vemos la inversión eficiente de la aportación que todos hacemos al Estado?

La contestación tiene que ser un rotundo ¡NO!. Abra los ojos y la mente. Usted como ciudadano tiene que vivir en una urbanización cerrada o en un hogar lleno de rejas, pues los amigos de lo ajeno campean por su respeto. Si vive en una urbanización cerrada, usted aporta a la seguridad de su complejo, en un pago adicional al identificado como mantenimiento.

Si vive en una casa fuera de una urbanización cerrada, es posible que tenga alarmas o cámaras de seguridad para suplementar las rejas que lo rodean. Ambos grupos se guardan temprano en sus casas.

O sea, el estado falló en darle seguridad y usted tiene que pagar para disfrutar de esa seguridad fallida.

Casi todos tenemos cisternas. Hoy en día no es un lujo, es una necesidad, pues la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados no ha estabilizado el sistema y es una lotería saber cuándo se tendrá o no el servicio. Esto en condiciones normales. Si viene un fenómeno atmosférico, ya sabrá lo que enfrentaremos. La AAA ha arrastrado los pies y aún hoy, es una incógnita saber cuándo se dragarán los embalses para tener más capacidad de almacenaje de agua.

O sea, el Gobierno no puede garantizarnos servicios de agua estable y de calidad, al tiempo que tiene que sacar de su bolsillo para tener almacenada agua.

Es posible que usted ya se embarcó en algún préstamo para suplirse de placas solares y divorciarse de la Autoridad de Energía Eléctrica. Las altas facturas, interrupciones, las fluctuaciones de energía que dañan los equipos, hacen que diariamente vivamos una pesadilla. Así que nos embrollamos para que el sol y una batería Tesla, nos resuelvan las vida.

O sea, que el Estado falló en darnos un servicio energético, barato, bueno y estable. Usted tuvo que meterse la mano en el bolsillo para resolver.

Si su condición económica se lo permite, sus hijos acuden a un colegio privado buscando estabilidad educativa. Yo apuesto a la escuela pública, al igual que la incansable acreditación de sus maestros. Pero, tenemos un sistema que no es estable. Si falta un maestro, no lo sustituye nadie. Si existe algún conflicto obrero patronal, los muchachos se afectan. La seguridad en las escuelas es clave. Usted en un colegio puede apostar a que nadie entra o peor aún, que los estudiantes se vayan a deambular por las calles uniformados. Entonces por culpa de que el Estado no le puede dar ese grado de estabilidad, tenemos que meternos la mano en el bolsillo para pagar por el lado.

El sistema de Salud público es deficiente. Las carreteras dan grima y sabemos de las historia de horror de miles de conductores que terminan en un taller gastando miles de dólares porque cayeron en un hoyo o por falta de iluminación, le dieron un raspado al auto. El sistema de transportación colectivo es igual de deficiente y contamos con un tren maravilloso que va de ningún sitio a ningún sitio.

Entonces, querido amigo que me lee. ¿Para que hacemos este esfuerzo o para que nos hacen tributar? Es más, Paquito. Usted que está en la ola de la popularidad colectiva, contésteme. ¿Pa’ qué pagamos, si los chavos no se ven en servicios y sí en contratos de aquellos amigos del alma?

Trágico. ¿No creen?