“¡Si los dejan, nos venden canto a canto!”. Así me disparó un ciudadano de una mesa a otra, mientras disfrutaba de un café. Era la expresión de lamento, rabia e impotencia al conocer la extraña transacción realizada en la Fortaleza a días de la partida de Alejandro García Padilla, quien permitió  la venta del edificio que alberga el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Una vez más, se demuestra que en esas últimas horas se cometen ligerezas y malas decisiones. Arrasan con lo que pueden, antes de que lleguen los otros. 

“Que ironía”, me siguió diciendo, “tanto que Don Ricardo defendía a esa gente y fueron ellos, los que le dieron la puñalá trapera”. Esa expresión la tomé como una recta pegada al cuerpo. El caballero hablaba con conocimiento de causa pues Don Ricardo Alegría justificaba votar por el PPD para detener al PNP y su ideal anexionista. 

La conversación siguió por largo rato y nos sumergimos en esos temas culturales que lamentablemente pasan sin pena, ni gloria. La venta del edificio sirve para hablar públicamente de una institución que raras veces llama la atención. Es más, ha sido mal atendida por años y en estos tiempos de escasez económica, la tijera se ha ido más de la cuenta para negarle fondos. Quien ha visitado el Instituto, encuentra una estructura golpeada con necesidad imperante de mantenimiento. Ni hablar después de María pues sus caricias huracanadas sólo sirvieron para agravar el problema, mientras impera la excusa de que aún aguardan por el desembolso de fondos provenientes de seguros y de otras fuentes, para reparar los daños. 

Lo que extraña es cómo la transacción pasó todo este tiempo debajo del radar. No salió a relucir durante el proceso de transacción. Nadie lo comentó por tres años y aún hoy, el asunto no se menea mucho. Cuando se entrevistó a García Padilla, no tan solo justificó su acción, sino que admitió que también acarició la idea de vender la estructura que alberga la Compañía de Turismo en el Paseo La Princesa y la estructura conocida como Casa Blanca, cual fue la residencia de la familia de Juan Ponce de León.

El asunto es mirado como una carga. Piensan que esas estructuras son un gasto y que a la larga, es mejor venderlo para otros fines como el dichoso hotel boutique. Lo triste es que con esa privatización o venta no se garantiza el disfrute del pueblo. Ese activo pasará a ser un hotel exclusivo de elevados precios que le resultará prohibitivo para la mayoría de nuestra gente. Entonces estamos cometiendo un doble error. 

Pero impera el silencio. Nuestros legisladores en su rasca, rasca, se vuelven cómplices. La minoría popular se calla. Shhhh!!!  “Eso lo hizo uno de los nuestros”, susurran al leer el informe. De esta forma, no ponen presión a sus colegas azules. En ese juego nos han “maceteado” por 50 años. 

El deterioro del patrimonio cultural es de años. Visite por ejemplo el Centro Ceremonial Indígena de Utuado. Facilidades de gran importancia y lanzadas a menos. Nunca han podido hacer una estructura digna que albergue un museo de importancia con información detallada de ese lugar y donde se protejan las piezas de las distintas plazas ceremoniales. ¿Qué me dicen del edificio que alberga el Archivo General?  Ahí se guarda la memoria histórica de la isla y es más que palpable la necesidad de un cariño que le devuelva su brillo. Así sucesivamente podemos seguir por todos nuestros pueblos y encontrar ejemplos de sobra. 

“Ello no importa a estas alturas. Tenemos asuntos más apremiantes”. Esa es la contestación de siempre. Por eso no ha escandalizado como debería la venta de nuestro antiguo Asilo de Beneficencia.  Los políticos siguen silbando como el loco del pueblo. Si nos dormimos, cómo hasta ahora, nos siguen vendiendo como pan caliente y con mantequilla.