Esta columna la escribo con un poco de coraje. Someto mi pensar al escrutinio de cada uno de ustedes, quienes me siguen semana tras semana. De un tiempo para acá, he visto con preocupación un proceder por parte de la fiscalía federal, que entiendo no beneficia para nada la lucha contra la corrupción.

El mal de la corrupción pública es un asunto que durante años ha carcomido la confianza de los electores y ciudadanos en general. El asunto ya ha escalado a niveles que trascienden el 100 x 35, al extremo de que nos han puesto un sello de “traqueteros” a nivel del gobierno de los Estados Unidos.

Por culpa de los “tumbes” tenemos en sindicatura al Departamento de Educación. Por culpa del traqueteo contamos con LUMA, pues como condición para soltar más de $10 mil millones para modernizar y levantar nuestro sistema eléctrico, nos exigieron que el manejo fuera realizado por un ente privado y ajeno al Gobierno. Así que el tema es uno vital para el quehacer diario de todos los que amamos a nuestra isla. Es por ello que me molesta la política de privilegio, que de un tiempo para acá ha establecido el fiscal Stephen Muldrow.

A los corruptos no se les lanzan alfombras rojas. Al corrupto, usted no le pasa la mano. Al corrupto de tumbarse dinero público, no lo trata con, ¡ay bendito!. Al corrupto, si se tiene prueba robusta, usted lo trata como lo que es: ¡un pillo!

Sin embargo, hemos visto cómo algunos políticos han sido afortunados. A mí me retuerce la nueva táctica de “proteger” al exalcalde novoprogresista de Cataño, Félix “El Cano” Delgado; al exalcalde de Aguas Buenas, Luis Arroyo Chiqués; y al ahora exalcalde de Guayama, Eduardo Cintrón. A los tres los “arrestaron” por papeles. A los tres se les hizo un acuerdo de “oficina”. Y a los tres los llevaron al tribunal escondidos de los periodistas.

Para el exalcalde de Aguas Buenas, no hicieron conferencia de prensa. Con un simple comunicado “despacharon” el asunto. Con el de Guayama, la conferencia, en la cual se explicó su burdo esquema, fue por teléfono. Entiendo que una consecuencia de usted defraudar al pueblo que lo eligió, a sus pares en la política, a la ciudadanía general, debe ser el escarnio de ser apresado, de que lo levanten de su cálida cama y le pongan un par de esposas y que sea “paseado” como un vulgar ladrón en la parte posterior del edificio federal.

¡Perdone si sueno extremista! ¡Perdone si sueno como un ser insensible con los familiares de estas personas! ¡Perdone, aún más, si piensa que en esta semana no les resulto piadoso! Pero si algo le ha hecho un daño terrible al servicio público es el proceder de estas alimañas. Nos roban en la cara el dinero que usted y yo enviamos al Departamento de Hacienda para ser invertido, a su vez, en servicios que cumplan un beneficio colectivo. En su lugar, entran en compra-ventas para su propio y personal beneficio.

Estas personas tienen que tener claro al momento de ocupar posiciones, que no tan solo se exponen a ser arrestados. A que enfrentan el riesgo de que se les prive de su libertad. También deben tener claro que se exponen a tener fotos y videos que los preserven en la historia, al nivel de sus acciones.

Pero con ellos eso no ocurrió. En su lugar, tenemos a un Cano Delgado con camisas de Versace, en actividades festivas como si nada hubiese hecho. Se retrata muy sonriente a pesar de haberse declarado culpable de corrupción. ¡Claro! Si no tuvo que enfrentar el momento embarazoso de tener un micrófono delante y que le preguntaran sobre su proceder. Tuvieron el privilegio de que los metieron calladitos a las facilidades federales, evadiendo el lente fotográfico y la cámara de televisión.

Lo mismo con el señor Cintrón. Los miembros de la prensa tomando un baño de sol, frente a la avenida Chardón, mientras al exalcalde, una exfiscal convertida en abogada de defensa lo “colaba” por otro lugar, sin que tuviera que enfrentar el calor de las preguntas.

De verdad que sigo sin entender por qué el fiscal Muldrow permite esto. Lo único que le puedo decir es que le quedó feíto.