Esta semana asoma un reto importante para la verdad, la transparencia y libertad ciudadana de nuestra isla. Tal vez le pueda sonar como una exageración, pero estimado lector, es una realidad.

Se ha elevado ante nuestro Tribunal Supremo una controversia que va a la espina dorsal de la democracia. Ello, al levantarse una controversia que atañe, nada más y nada menos, que a la primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que también nos cobija.

El periodista Alex Delgado acude a ese foro para defender una de las piedras angulares del ejercicio periodístico. Se trata de la defensa del anonimato de las fuentes.

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Una fuente, en el argot periodístico, se refiere a una persona que confía en algún medio o reportero para proveer cierta información que pueda resultar sensitiva, de aspecto delictivo y hasta de corrupción.

El ejercicio periodístico ha utilizado por décadas, y hasta siglos, la herramienta de las fuentes para sacar a la luz turbias acciones. A manera de ejemplo, podemos mencionar la utilidad de las fuentes anónimas en dos conocidos casos. En Estados Unidos, el famoso escándalo de Watergate, que provocó la renuncia del presidente Richard Nixon, ante la inminente acción congresional para residenciarle.

El tormentoso caso comenzó su historia, precisamente, gracias a los documentos que una fuente anónima, bautizada como “Garganta Profunda”, le hizo llegar a dos reporteros del Washington Post.

En Puerto Rico, fuentes anónimas nunca dejaron morir los sucesos del Cerro Maravilla, haciendo llegar información a los colegas Manny Suárez y Tomás Stella, del San Juan Star. La prensa mantuvo vivo y presente el caso por varios años. Luego, una investigación senatorial rompió el código de silencio de los participantes del asesinato de dos jóvenes independentistas.

En el caso que atañe al Tribunal Supremo, trata de un documento que se le hizo llegar a Alex Delgado, entonces director de noticias de Noticentro en Wapa Televisión. El documento era parte de un sumario fiscal producido por el Negociado de Investigaciones Especiales.

En el mismo, se detallaba un esquema en el cual empleados de la Autoridad de Energía Eléctrica cobraban de manera independiente a ciudadanos para conectarles servicio eléctrico tras el paso del huracán María. El caso había sido asignado a un fiscal que, alegadamente, había participado del esquema.

El medio, utilizando el documento, realizó la denuncia y de manera responsable buscó la reacción del fiscal para que expresara su versión. El fiscal nunca quiso reaccionar en cámara y se limitó a responder, vía escrita, que la información no era correcta ni veraz, sin abundar en el asunto.

En los tribunales se dilucida el caso contra Alex Delgado por alegada difamación y piden que revele el nombre de la persona que le hizo llegar la información.

Aquí valdría preguntar, ¿cuál es la intención de conocer ese dato? ¿Se propiciará alguna represalia? Esa es la gran pregunta, pues a todas luces aparenta ser el propósito o el peligro. El documento que utilizó el medio es verídico y real. No se trató de una invención y lo que se denunció estaba en el documento.

Así que para efectos de adjudicar el caso en sus méritos, poco importa el nombre de la persona que confió en el medio para advertir lo que ocurría.

Gracias a fuentes anónimas, el país conoció del chat de Telegram. Gracias a alguna fuente anónima se supo que en el radar de Educación se estaba evaluando el cierre de escuelas.

Así de importante son. Es una herramienta indispensable de nuestro trabajo. Eso nunca se revela y se protege hasta con nuestra libertad. La colega Daisy Sánchez lo hizo con los federales que querían que revelara la ubicación de Filiberto Ojeda Ríos, tras una entrevista desde el clandestinaje.

Estaremos vigilantes a cómo actúa nuestro más alto foro y si reconoce esta prerrogativa protegida por la constitución o, por el contrario, avala lo que ya hicieron a nivel superior y apelativo. Alex Delgado no está solo. Aquí estamos todos. Los que amamos este ejercicio que le sirve a la democracia.

Es simple. La fuente no se revela.