Para octubre del pasado año 2019, presentamos en mi programa de Ahí está la verdad una serie de datos que resultaban altamente preocupantes. A raíz del fuerte temblor del 23 de septiembre, nos sentamos en nuestra mesa de trabajo para auscultar qué ángulo del amplio tema de los temblores no se había saturado en la discusión noticiosa por los distintos medios. De esa forma llegó a nuestras manos un informe que recogía un extenso estudio sobre las escuelas de Puerto Rico. 

En el mismo, se alertaba que cerca de 1,200 planteles habían sido construidos antes de 1987, por ende no cumplían con los códigos de construcción y los requisitos mínimos para resistir un terremoto. Nos pusimos manos a la obra y el resultado, como les señalé en el párrafo de introducción, fue preocupante. Los expertos consultados, el profesor José Molineli, el Dr. Martínez Custodio, entre otros, corroboraron nuestros temores.

Los planteles públicos eran trampas peligrosas para nuestros niños y jóvenes, en caso de un terremoto de gran magnitud. Entre los defectos más notables estaba la llamada colina corta, que no distribuía la carga del peso, provocando que la estructura cediera. Entre lo que se destapó públicamente figuraba el esfuerzo de modernización de las escuelas, que tanto anunció Luis Fortuño y que no corrigió o contempló muchos de estos fallos. 

Tampoco esta situación estructural tuvo un peso a la hora de que el Departamento de Educación comenzó a cerrar escuelas en favor de otras. Se dejaron llevar sólo por la merma de estudiantes y tal vez, movieron alumnos de una escuela que cumplía estructuralmente a otra, que no. El Gobierno tuvo oportunidad para realizar el ejercicio de cerrar esas escuelas con el criterio de incumplimiento de seguridad, pero no lo hizo.

En nuestro programa un funcionario tuvo que admitir que conocían del problema. Sin embargo, no lo destacaban, para así evitar alarmar a los padres y familiares de nuestros estudiantes. Era como levantar los hombros y decir, “esto es lo que tenemos y no se puede hacer nada”.  

El terremoto de este martes 7 de enero nos restregó la realidad en la cara. La escuela Agripina Seda ubicada en el centro urbano de Guánica colapsó con el movimiento de 6.4 que sentimos en toda la isla. La especulación terminó y tenemos ante nuestros ojos la dantesca imagen de esta estructura de cemento completamente mutilada. Por suerte, el movimiento telúrico ocurrió en un horario de madrugada y fuera del periodo de clases. Nadie quiere imaginar lo que ocurriría con un sismo en un horario diurno y en pleno año escolar. 

Otras estructuras escolares también reportaron daños aunque no como el de la magnitud de lo registrado en Guánica. Es hora de hacer algo urgente. No de aguaje electoral, sino de acción. Ante lo ocurrido, Educación levantó las manos confirmando lo que dijimos tres meses atrás. El silencio que por años mantuvo el Departamento raya en lo criminal. Es totalmente injustificado que guardaran ese silencio por tanto tiempo y desaprovecharan las oportunidades que tuvieron en el camino para mejorar los aspectos más elementales de seguridad estructural.  

En nuestro programa también se denunció que la estructura gubernamental, gobernada por rojos y azules, había arrastrado los pies en la elaboración del plan sobre terremotos para Puerto Rico. Era otra muestra de nuestra incapacidad. Somos una isla donde se habla mucho y se hace poco. Es imperativo hacer una evaluación urgente de nuestras escuelas a la luz de un informe que ya existe. Sacar de circulación de inmediato las que no cumplen y buscar el dinero necesario para crear estructuras que cumplan con los requisitos de seguridad.

Nuestras escuelas son también los refugios ante huracanes y otros desastres naturales, como los mismos terremotos.

Esto no se hará de la noche a la mañana. Tomará décadas, pero debe estar al tope de las prioridades a la hora de revitalizar nuestra infraestructura. Debe ocurrir en un plan integrado que resista el cambia cambia político. El compromiso debe surgir ahora que los amigos políticos se tirarán a la calle con su quincalla. 

El terremoto llegó. Ojalá no vengan otros más fuerte, pero en lo que debatimos sobre ese aspecto, podemos decir que este bastó para enseñarnos nuestra desnudez de honestidad. Tomen nota. 



Para octubre del pasado año 2019, presentamos en mi programa de Ahí está la verdad una serie de datos que resultaban altamente preocupantes. A raíz del fuerte temblor del 23 de septiembre, nos sentamos en nuestra mesa de trabajo para auscultar qué ángulo del amplio tema de los temblores no se había saturado en la discusión noticiosa por los distintos medios. De esa forma llegó a nuestras manos un informe que recogía un extenso estudio sobre las escuelas de Puerto Rico. 

En el mismo, se alertaba que cerca de 1,200 planteles habían sido construidos antes de 1987, por ende no cumplían con los códigos de construcción y los requisitos mínimos para resistir un terremoto. Nos pusimos manos a la obra y el resultado, como les señalé en el párrafo de introducción, fue preocupante. Los expertos consultados, el profesor José Molineli, el Dr. Martínez Custodio, entre otros, corroboraron nuestros temores.

Los planteles públicos eran trampas peligrosas para nuestros niños y jóvenes, en caso de un terremoto de gran magnitud. Entre los defectos más notables estaba la llamada colina corta, que no distribuía la carga del peso, provocando que la estructura cediera. Entre lo que se destapó públicamente figuraba el esfuerzo de modernización de las escuelas, que tanto anunció Luis Fortuño y que no corrigió o contempló muchos de estos fallos. 

Tampoco esta situación estructural tuvo un peso a la hora de que el Departamento de Educación comenzó a cerrar escuelas en favor de otras. Se dejaron llevar sólo por la merma de estudiantes y tal vez, movieron alumnos de una escuela que cumplía estructuralmente a otra, que no. El Gobierno tuvo oportunidad para realizar el ejercicio de cerrar esas escuelas con el criterio de incumplimiento de seguridad, pero no lo hizo.

En nuestro programa un funcionario tuvo que admitir que conocían del problema. Sin embargo, no lo destacaban, para así evitar alarmar a los padres y familiares de nuestros estudiantes. Era como levantar los hombros y decir, “esto es lo que tenemos y no se puede hacer nada”.  

El terremoto de este martes 7 de enero nos restregó la realidad en la cara. La escuela Agripina Seda ubicada en el centro urbano de Guánica colapsó con el movimiento de 6.4 que sentimos en toda la isla. La especulación terminó y tenemos ante nuestros ojos la dantesca imagen de esta estructura de cemento completamente mutilada. Por suerte, el movimiento telúrico ocurrió en un horario de madrugada y fuera del periodo de clases. Nadie quiere imaginar lo que ocurriría con un sismo en un horario diurno y en pleno año escolar. 

Otras estructuras escolares también reportaron daños aunque no como el de la magnitud de lo registrado en Guánica. Es hora de hacer algo urgente. No de aguaje electoral, sino de acción. Ante lo ocurrido, Educación levantó las manos confirmando lo que dijimos tres meses atrás. El silencio que por años mantuvo el Departamento raya en lo criminal. Es totalmente injustificado que guardaran ese silencio por tanto tiempo y desaprovecharan las oportunidades que tuvieron en el camino para mejorar los aspectos más elementales de seguridad estructural.  

En nuestro programa también se denunció que la estructura gubernamental, gobernada por rojos y azules, había arrastrado los pies en la elaboración del plan sobre terremotos para Puerto Rico. Era otra muestra de nuestra incapacidad. Somos una isla donde se habla mucho y se hace poco. Es imperativo hacer una evaluación urgente de nuestras escuelas a la luz de un informe que ya existe. Sacar de circulación de inmediato las que no cumplen y buscar el dinero necesario para crear estructuras que cumplan con los requisitos de seguridad.

Nuestras escuelas son también los refugios ante huracanes y otros desastres naturales, como los mismos terremotos.

Esto no se hará de la noche a la mañana. Tomará décadas, pero debe estar al tope de las prioridades a la hora de revitalizar nuestra infraestructura. Debe ocurrir en un plan integrado que resista el cambia cambia político. El compromiso debe surgir ahora que los amigos políticos se tirarán a la calle con su quincalla. 

El terremoto llegó. Ojalá no vengan otros más fuerte, pero en lo que debatimos sobre ese aspecto, podemos decir que este bastó para enseñarnos nuestra desnudez de honestidad. Tomen nota.