Mire mi hermano. Dejémonos de chiquitas y vamos a decir las cosas como son. Cuando octubre comienza a calentar los motores de cara al período de candidaturas de diciembre, encontramos al Partido Popular Democrático jugando al Tin-marín.

A pesar de contar con múltiples voluntarios para la máxima candidatura de su partido, vemos que pisan y no arrancan, mejor dicho, no los dejan pisar y arrancar.

Los alcaldes y algunos líderes intermedios de esa colectividad todavía miran por la ventana para ver si en la lejanía asoma su cara, El Cid Campeador de Patillas. 

Viven suspirando, más que Julieta por Romeo, con “el Colorao” David Bernier. Cincos valientes, han hecho de todo para conquistar el corazón popular y nada, se pasean por la Isla, citan conferencias de prensa y nada.

Sus actividades proselitistas se ven ralitas de público, pues siempre está el susurro del líder local diciendo “no vallan, esperemos por David”.  “Es muy temprano, aún queda tiempo”, comentan por lo bajo para justificar su inacción o evadir el acudir a la cita con la o el precandidato alguno.   Evitan salir en la foto, así podrán decirle al caballero andante de la voz ronca, “Viste, esperé por ti”. 

Con su maniobra admiten sin decirlo, que ven pocas esperanzas de prevalecer frente al Partido Nuevo Progresista. Esto es lo que uno puede deducir, cuando la tinta hace carne los temores vertidos ayer en las páginas de El Nuevo Día. Los chicos aguardan por su mesías. Sin embargo, él no da muchas señales. 

El panorama no es fácil para David. El proceso electoral pasado fue amargo. Está pagando una deuda y el calor político no fue del agrado de su esposa que está acostumbrada al cariño general del ciudadano. Alexandra es pueblo, sonrisa afable, vivaracha y genuina. No entiende esas malas costumbres del puertorriqueño que lleva a la hoguera a cualquier ser humano que se atreva a expresar su preferencia política, si es contraria a la suya. Sus hijos ya tienen la edad de entender las crueldades que se dicen en una campaña política, en la barbaridad o medias verdades, son dueños y señores de las redes sociales. Todo ello se discute en la casa de los Bernier-Fuentes. Sin lugar a duda, son conversaciones retantes.

Pero el PPD deshoja margaritas y prefiere seguir esperando. El tiempo pasa y no ocurre nada, son una iglesia sin papa. Tienen un vacío más que evidente, lo que explica que a estas alturas las arcas financieras de los aspirantes estén tan raquíticas como las asistencias a sus actividades. Los alcaldes tienen la brida aguantada. 

Con esa acción no tan solo lesionan el poder de captación de los precandidatos, sino también de la colectividad misma, que está igualmente quebrada. Todos fuimos testigos de los malabares para pasar el cepillo y hacer una colecta relámpago con el fin de evitar que le cortaran el servicio de agua potable a su comité central. Quedaron en evidencia, están no tan solo quebrados de dinero, sino de ánimo. Tienen una convención citada, pero se percibe poco entusiasmo. 

El poder de fiscalización es pobre, se escuchan casi las mismas voces todo el tiempo. Su presidente hace un trabajo adecuado, pero luce igualmente solo. Así luce la radiografía del principal partido de oposición ante el panorama político isleño. No tienen energía, no existe vigor, no proyectan esperanza.

Resulta increíble, pero así es. Van caminando por inercia. Tal vez, esperando regresar al poder gracias a que el partido de gobierno se esfuerza por perder. 

Los puertorriqueños debemos reflexionar. ¿Dónde está la propuesta para catapultarnos al futuro de manera esperanzadora? Estamos en nuestra peor encrucijada de gobernanza y la aguja del tanque de la esperanza marca “empty”.

El PNP no está mucho mejor que su envejecido adversario. Allá, ni sede de partido tienen, de ellos escribiré más adelante. Hoy miro al PPD rascándome la cabeza viendo cómo el calendario pasa mientras siguen jugando al Tin-marín-de-do-pingüé. Mientras eso pasa, la mejor alternativa para muchos hermanos sigue siendo el aeropuerto Luis Muñoz Marín. Qué pena.