El tema de educación llama mi atención. Así que dejaré para la próxima semana lo prometido sobre el asunto de los legisladores y cómo se han desaparecido de las vistas públicas.

El Departamento de Educación ha sido nuestro mayor desastre. Nadie que haya estado sirviendo en Fortaleza puede sentirse satisfecho a su salida de la Mansión Ejecutiva.

Por espacio de 25 años, la hoja de resumé de tan importante dependencia incluye: la convicción de dos secretarios, la malversación de fondos, sindicatura federal y un aprovechamiento académico desastroso de su materia prima, los estudiantes.

Durante ese transcurso hemos tenido unos 15 secretarios, incluyendo a la recién nominada Yanira Raíces Vega. Ninguna empresa pública o privada puede ser exitosa con una inestabilidad gerencial tan marcada.

Salvando la diferencia e importancia, comparto un ejemplo de gerencia en el sector privado. En esos mismos 25 años, Wapa Televisión, empresa para la que trabajo, ha tenido tres presidentes.

Además de estabilidad, eso le brinda a cada agencia o empresa la oportunidad de establecer y desarrollar estrategias, así como una visión clara de lo que quiere.

Le doy otro ejemplo a nivel federal. El doctor Anthony Fauci fue el principal asesor médico a nivel presidencial. El hombre empezó bajo Ronald Reagan en los años 80 y sirvió en el cargo hasta el pasado año 2022.

Recuerde que cada cabeza es un mundo y cada secretario viene a la agencia con su propio librito. Establecer una filosofía educativa toma tiempo y cuando aún no han aprendido bien dónde quedan las luces del baño, ya están fuera de la dependencia. ¿Trágico, no?

Lo peor de todo es el tema de la política. La mala política. La politiquería. Esa que ha erosionado la integridad de muchos hombres y mujeres. La que le priva a la Isla de contar con lo mejor de lo mejor.

Para muestra, un botón basta. La semana pasada se voló de su silla a un profesional, al evaluarse lo que escribió diez años atrás en una red social. Nadie sacó de su tiempo para permitirle que ejecutara algo y ver qué traía en la bola.

Nadie lo entrevistó en una audiencia pública para escuchar ideas o planes. Nadie profundizó en sus credenciales. Solamente le pusieron el sello de “penepé marca Diablo” y lo lanzaron a los leones.

Tal vez no sea un perito en la materia, pero la experiencia me dice que todo lo que se ha hecho, no sirve. El sistema tiene que ser renovado de arriba abajo. Se tiene que derrumbar la casita de bloques y empezar de nuevo.

¿Cómo? Convocando un grupo de profesionales que trabaje una verdadera reforma educativa. Que atemperen el currículo a los tiempos modernos; mirar de manera crítica los horarios y hasta el calendario para ampliarlo.

Que el Gobierno y la Legislatura permitan que el Departamento reclute un personal gerencial de primer orden, sin importar creencia política, religiosa y siendo hiperbólico, “hasta gustos culinarios”.

Que en lugar de cerrar escuelas y declarar excedentes de maestros, puedan mirar la oportunidad de crear grupos de estudiantes más pequeños que permitan una educación más personalizada.

Ampliar y fortalecer las escuelas especializadas. Reforzar los programas vocacionales. En fin, un sinnúmero de cosas que ya existen, que se pueden mejorar, y muchas otras que se pueden hacer.

El dinero, que es la excusa que muchos utilizan para no hacer nada, aquí sobra. Tenemos un gran presupuesto, es cuestión de actuar. Claro, aquí tienen que ceder todos.

Usted no puede pedir cambios a los de arriba sin pensar que los de abajo no harán nada. Todos tienen que dar su brazo a torcer. Todos tienen que caminar a un punto medio y dejar la resistencia al cambio. Si no lo hacen, dentro de 25 años podría escribir otra columna denunciando que estamos en el mismo lugar.

Dejen que el timbre les toque a todos.