La cercanía entre Júpiter y Saturno provocó en los días cercanos a la Navidad un espectáculo en nuestro cielo nocturno. El fenómeno, que de acuerdo con los científicos no ocurría hacía unos 800 años, provocó que miles de boricuas fijarán su vista a lo alto.

El asunto revivió viejas conjeturas de que el fenómeno astronómico era la Estrella de Belén. Claro, la conversación trajo a la mesa múltiples teorías que podrían explicar el surgimiento de la estrella que, entre otras cosas, guió a los sabios de Oriente al lugar del nacimiento de Jesús.

Como parte del compartir, nunca falta el que explore el elemento jocoso. Como siempre suele ocurrir, terminamos hablando del deporte nacional: la política. Los resultados netos de la unión de los planetas pudieron haber traído efectos secundarios a la psiquis de los políticos de la isla.

Le propongo que eche un vistazo a los últimos acontecimientos legislativos. Todos conocemos lo trillado del lema de Consejo y Consentimiento que se abrogan los integrantes de nuestra Asamblea Legislativa. No existe duda que es parte del deber parlamentario que le otorga la Constitución. Pero eso no quiere decir que se imponga el criterio de los señores legisladores sobre el gobernante.

Lo que hemos visto en ocasiones es que esta herramienta es utilizada como patente de corso para abrigarse caprichos. Lo vimos en el gobierno compartido bajo Aníbal Acevedo Vilá. Lo vimos bajo Luis Fortuño, quien gobernó con los berrinches del propio Thomas Rivera Schatz. Alejandro García Padilla lidió con un vocal sector soberanista en la Cámara que le puso piedras en el camino y este cuatrienio es donde la bola se fue del parque.

Rivera Schatz le atestó la estocada final a la unicameralidad. Todo aquel que en algún momento pensó en lo ideal que sería contar con una sola cámara legislativa, abortó de inmediato la idea gracias al estilo abrasivo del presidente senatorial.

Lo ocurrido con los nominados a la Contraloría y al Tribunal Supremo de Puerto Rico fue el capítulo más evidente. El rechazo a la confirmación de la jueza Maritere Brignoni dejó un mal sabor. No se dio ni un solo argumento válido para no ser confirmada al cargo. Los entendidos repasaron su hoja de servicio en la cuál se demostraba razones de sobra para elevarla al cargo. Ni una vista pública se pautó. ¡Ah y que no vengan con que no había tiempo! La jueza está en funciones en el Apelativo y toda la papelería estaba disponible. Su caso era más cómodo que el del CPA, Kermit Lucena, que venía del sector privado.

Sin embargo, la guillotina se dejó caer. Se impuso la testosterona. Pero oiga, Rivera Schatz no es el titular de toda la culpa. La señora gobernadora tiene su cuota al sacar la progesterona a pasear, pues los nombramientos fueron utilizados como balón para intereses personales, caprichos y algunos podrían decir que hasta para gansería.

Tanto Wanda Vázquez Garced como Rivera Schatz buscaron acomodo razonable. Ella para un ascenso a juez del apelativo de su marido, hiriendo la retina de lo más obvio que es aprovecharse de su cargo para beneficio propio. Se beneficiaría de un salario mayor y, por ende, de una pensión más jugosa.

El presidente senatorial también sacó el ganso a pasear. No tan solo el cargo de juez del Supremo le da trabajo “garantizado” hasta los 70 años, sino que disfrutaría de una pensión heredable para su cónyuge. Todo ese espectáculo ante nuestros ojos. La diferencia entre ellos y nosotros es que nosotros nos abochornamos de todo ese circo. Ellos ni se dan por enterados. Por eso nadie los extrañará.