El próximo lunes marca la fecha del Día Internacional de la Mujer. Originalmente se conocía como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, pero en el 1975 las Naciones Unidas decidieron eliminar el apellido de “Trabajadora” y dejarlo como lo conocemos hoy. Su primera conmemoración se remonta al 1911 en varios países de Europa, entre ellos Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.

Actualmente, la conmemoración se ha expandido por casi todo el globo terráqueo y marca la fecha de importantes luchas por la equidad e igualdad. Falta mucho camino por recorrer para llegar a esas importantes metas. La próxima semana se darán foros y charlas que continuarán con la misión de promover el mensaje y crear mayor conciencia, al tiempo que se alcanzan importantes peldaños.

Aprovechando que la fecha está a la vuelta de la esquina, quisiera dedicar unas líneas a un amiga, consejera, mentora y hermana mayor. Se trata de Luz Nereida Vélez. Esta mayagüezana de nacimiento, definitivamente, es un ejemplo a seguir.

Luz comenzó en estas luchas en los años 70. Época difícil. Determinada como siempre ha sido, se preparó en los Estados Unidos, en la ciudad de Pittsburgh. Ya para el 1978 hizo algunos pininos en Wapa Televisión, llamando la atención de Bill Pérez, quien le dio la oportunidad de trabajar a tiempo completo en nuestro departamento de noticias.

Entró en los medios en una época que los hombres dominaban la pantalla chica. Pero ella rompió el molde. Su buena dicción, formación, determinación y profesionalismo fueron carta de presentación. De esta forma, fue pionera en estos medios electrónicos.

Luz no descansa. Se levanta temprano en la mañana y ya a las 5:00 de la madrugada está haciendo ejercicios. Luego regresa a su hogar y a las 9:00 de la mañana está puntualmente en nuestra redacción para la jornada diaria. Los domingos hace radio y, cuando la llaman, es una de las mejores maestras de ceremonias que usted puede conocer.

Ha cubierto de todo. Sabe del tiempo, sin ser meteoróloga. Cubre notas de interés humano así como policíacas y políticas. Todos los temas le quedan bien. Le apasiona la medicina. Sin ser doctora, maneja el asunto con maestría. Conoce términos y conceptos como si fuera una doctora. Le queda bien, porque se prepara. No deja nada a la improvisación. Se documenta y está al día. Es por ello que los reportajes de esa temática salen tan completos.

Luz es exquisita. Habla el español con suma corrección y dicción. Así habla el inglés y hasta un poco de francés. De buen conversar, pues domina de todo un poco. Tiene un extraordinario sentido del humor. No alardea de su experiencia, conocimientos ni de su esbelta figura. Es elegancia pura. Tiene don de gente y es solidaria.

En el arte del periodismo es una educadora de grandes quilates. Ante sus ojos se han dado infinidad de eventos a lo largo de cinco décadas. Nos ayuda, siempre que lo solicitamos. Es consejera y en ocasiones, una dura jueza que nos evalúa en lo laboral y en las actividades extracurriculares.

Es madre como pocas. Sonará a puro cliché, pero es la verdad. Se ha entregado a su única hija y ha sido una buena “Sancho Panza” en las andadas quijotescas de su retoño.

Luz ha sido rostro frecuente como ancla en el amanecer, en la edición estelar y en la noche. En todas, ha sacado la bola del parque.

He tenido la dicha de tener a mi lado a este gran baluarte de mi profesión. A ella le rindo homenaje y reconozco a miles de mujeres que, al igual que Luz, se han distinguido en sus respectivos campos. A todas y en especial a Luz Nereida, mi admiración, respeto y reconocimiento.