En este día de Navidad y aprovechando un reportaje del periódico hermano El Nuevo Día, sobre obras faraónicas o innecesarias en muchos municipios del país, me puse a reflexionar sobre una que no tenía que terminar como un gran elefante blanco.

Se trata del Museo de la Música de Guaynabo. Este Museo llevaría por nombre Rafael Ithier y se supone que hubiese estado listo para el 2016, justo a tiempo para el pasado ciclo electoral que es la fecha que muchos utilizan para estrenar este tipo de proyectos. Sin embargo, todos sabemos la suerte que corrió el autor de este proyecto, el alcalde Héctor O’Neill y con él se fue el Museo. Se invirtieron unos 16 millones en una obra que tiene sus justificaciones y que pudo haber sido un “batazo de cuatro esquinas”.

Usted tiene que reconocer que la música y todos sus derivados han sido nuestra mejor carta de presentación en todo el mundo. Esta isla ha dado a la luz, compositores, arreglistas, intérpretes, grupos y muchas otras cosas, en todos los ámbitos de esa industria. Muchos conocen de Puerto Rico y saben de él, porque siguen algún intérprete urbano o alguna mega estrella del calibre de Ricky Martin. En cada género tenemos máximos exponentes o alguna autoridad. Olvídese de años recientes cuya cosecha es prolífica, podemos ir hacia atrás y encontraremos a alguien destacado en la salsa, música romántica y hasta del “bel canto”, si es que quiere remontarse a los tiempos del tenor Antonio Paoli o la finura del maestro del violonchelo Pablo Casals.

Así que considero que es un producto mercadeable para los visitantes tanto del extranjero como local. Va a despertar interés. Se podía promocionar incluso a los que vienen de crucero, tomando en cuenta la distancia con Guaynabo.

Así que resultaría lógico poder concentrar todo en un solo lugar y propiciar a través de un buen mercadeo el que el público lo visite, lo disfrute y que no terminara como otro edificio frío y olvidado. Era cuestión de sentarse y buscar alternativas. Involucrar a la empresa privada y hasta tocar las puertas de figuras destacadas. 

Tomemos de ejemplo a Daddy Yankee. Su esposa se ha ocupado de guardar innumerable memorabilia que ha servido para un atractivo en Plaza Las Américas. ”El Cangri”, como se le conoce en el argot musical, reveló que precisamente consideraba establecer un museo. ¿Si esa era su idea, por qué no unir esfuerzos con los administrativos del Museo de la Música y que se conviertan en custodio de esa memorabilia y la de muchos otros?

Estoy seguro de que otras estrellas también hubiesen donado. Por cierto, la estructura ya alberga algunos artículos especiales que fueron colocados en vitrinas y están allí exhibiéndose a las arañas, hormigas y otros insectos que puedan pulular por el lugar.

Estoy seguro que la familia Mamery se hubiese involucrado también. La colección de Gilbert, que es impresionante, está guardada sin que muchos estudiosos tengan acceso a ella. Es más, pienso que hasta Javier Santiago, el propulsor de ese gran proyecto llamado Fundación para la Cultura Popular, se hubiera involucrado. Javier custodia muchos de los GRAMMY que ha ganado René Pérez y que se los confió a él.

Claro, si es que el Museo hubiese estado en funciones. Lamentablemente sabemos que no. En su lugar está muriendo frente a las facilidades de una escuela de Bellas Artes que está también en deterioro. Allí el huracán no ha pasado todavía y está en remiendos.

Yo de verdad lamento la falta de interés y visión para este proyecto hermoso. Pienso que tenía salida. Que podía ser uno de aportación vital a nuestro quehacer cultural. Además, el maestro Ithier merece una obra que lo honre y le agradezca más de seis décadas de poner la bandera en alto.