Este martes (ayer) cubrí un evento del gobernador Pedro Pierluisi. Con mucha frecuencia lo hago en escenarios variantes. Cumbres, reuniones e inauguraciones. La presencia del primer mandatario en cualquier evento debe presumir que tiene gran importancia, así como relevancia. Sin embargo, la cita de este 15 de agosto me llevó a rascarme la cabeza. Se trató de una inauguración de una oficina regional de la Administración de Compensaciones por Accidentes de Automóviles, mejor conocida por ustedes como la ACAA. La misma ubica en el primer piso de un edificio comercial de la ciudad de Caguas. Ciertamente, tiene su importancia, pues le facilita la vida a decenas de personas de los pueblos vecinos, como Gurabo, Aguas Buenas, así como todos los habitantes del Valle del Turabo. Sin embargo, no es un evento como para aspirar a tener al primer ejecutivo de la isla.

Con la presencia de la Secretaria del Departamento de Transportación y Obras Públicas, el director ejecutivo de la ACAA, legisladores de distrito y el alcalde, usted cumplía a cabalidad con el protocolo. Pero, curiosamente, el alcalde William Miranda no estuvo en el acto. Para la prensa funciona, pues es una manera de coincidir con el mandatario y preguntarle su parecer sobre los eventos más recientes. Da igual el lugar. La Fortaleza funciona perfectamente para tal misión. Es aquí que llega a mi atención una realidad. No existe obra ejecutada para que el gobernador pueda proyectar su imagen y aprovechar la presencia de los medios. Haga el ejercicio e indague en la internet los eventos del ejecutivo y verá que se suscribe a cualquier asunto, menos a proyectos culminados. El asunto fue tema hace algunas semanas cuando la comisionada residente Jennifer González le lanzó un zarpazo al COR3. El ente encargado de hacer que el dinero se haga obra, pero que baja como si fuera un “suero de brea”. Manuel Laboy trató de hacer malabares para sacarse “el muerto de encima”, pero la Junta de Control Fiscal lo terminó de fusilar. Ahora, Pierluisi tendrá que cargar con Laboy porque, si lo saca, le estaría dando la razón. Dejarlo lo condena a la suerte. Prender velas para que se ejecute. Le doy ejemplos. En septiembre de 2022, se anunció con bombos y platillos el estadio de Yabucoa.

El estadio azucarero se convirtió en uno de los emblemas de la reconstrucción. Se anunciaba que se tenía el dinero y que se metería mano. Hoy, cuando el calendario acusa que ya agosto está a medio camino, no se ha puesto una sola piedra para construir el recinto deportivo.

La subasta se adjudicó en el verano y, al cabo de casi un año, allí no ha pasado nada. Igual, ha pasado con el hospital de Vieques, las instalaciones de Punta Santiago en Humacao y la carretera PR-10, cual terminará de conectar a Utuado con Adjuntas. Esta última se anunció y no será hasta diciembre que ponga la dichosa primera piedra. Se anuncian los proyectos y los trabajos comienzan… sí, en oficinas. Cuando se pregunta, responden con los consabidos permisos, diseños de planos y hasta subastas. Todo eso se traga el tiempo, mientras la obra de cemento y varilla no se materializa. Se tiene que entender que la ciudadanía es descendiente de Santo Tomás. Al igual que el incrédulo apóstol, no es hasta que se observan obreros en máquinas trabajando, tirando cemento, el ruido de los taladros, que decimos “¡Ah, ya están metiendo mano!”. Es mejor esperar que el proceso burocrático de oficina termine. Que tengan hasta el novio seleccionado para empezar la obra y así citar a la conferencia. Usted hace el “photo opp” con las máquinas, empleados con capacetes y que ahí mismo arranque el proyecto. Que se vea el show con toda su majestuosidad. Pierluisi anunció que este sería el cuatrienio de la obra. Tenía razones para reclamarlo. La isla no ha visto nada ante tales cantidades de dinero asignadas. Sin embargo, la luz no llega al final del túnel. Tenemos la agilidad de un viejito de 120 años .Ya se han perdido fondos o, incluso, devolver otros. La comisionada olfateó sangre. Sabe que el horno no está para galletitas y sondea su aspiración. Mientras suma, resta, multiplica y divide, el gobernador ve cómo su reloj de arena se vacía, sin que llegue la obra para alardear ante una primaria. En su lugar, lo llevan a cortar una cinta de una oficina regional cualquiera. Mientras tanto, me pregunto si en Fortaleza alguien levanta el teléfono para preguntarle a Manuel Laboy: “Oye, chico; ¿y la obra, aónde está?”.