Desde hace varias semanas se ha visto en las redes sociales un movimiento a favor de la Universidad de Puerto Rico. Usando el símbolo # de número, que en las redes se conoce como “hashtag”, distintas personas relatan la importancia de la universidad en sus vidas y cómo ha impactado en sus carreras profesionales.

Es una acción de importancia, pues visibiliza una realidad. La única forma de movilidad social es a través de la educación. Esta llave es la que permite desarrollar talentos y ofrecer trabajos o profesiones económicamente competitivas, que dejen atrás el círculo de la pobreza. La universidad del Estado, conocida como la UPR, siempre ha sido el símbolo de hacer posible lo que a muchos les luciría imposible.

Educación de altura, accesible y barata han sido los portaestandartes del emblema que agrupa 11 recintos bajo una sola sigla. La Universidad se democratizó. Se desparramó por toda la Isla llevando la educación a regiones donde los estudiantes podrían llegar. Muchos están en la burbuja de la zona metropolitana y pasaban por alto el otro Puerto Rico. Aquel donde la transportación, la distancia y el factor económico representaban un obstáculo para alcanzar una entrada a recintos universitarios.

Por ejemplo, en mi niñez y juventud salir de Utuado hacia San Juan por la carretera PR-10 y la antigua PR-2 figuraba más de dos horas. ¡Imagínese los que vivían en la zona oeste!

Claro, el deseo glotón de los políticos los llevó a propagar estos recintos por toda la isla. Tenemos que aplaudir que así lo hicieron, pues dieron acceso a muchos que de otra forma se les hubiese hecho cuesta arriba. Sin embargo, esa semilla de bien se contaminó al politizar la institución y sembrar en ella batatas que dañaron la filosofía educativa, así como académica.

Lo que da lástima es cómo ahora quieren tratar a esta institución. La están ahorcando. Le recortan fondos, afectando acreditaciones, elevando los precios en la matrícula e impidiendo el acceso a jóvenes cuyo bolsillo no les da para mirar al sistema privado.

La Junta de Control Fiscal se empecina en llevarse en volanda cerca de $94 millones, pero no buscan alternativas creativas para lidiar con el déficit institucional. Como si fuera poco, la han dejado pagando su deuda a pesar de los detentes y revisiones que han hecho con otras corporaciones públicas, como la Autoridad de Energía Eléctrica.

A la UPR le quieren tirar con todo. Nadie piensa en crear grupos de trabajo para auscultar alternativas. Para salvar el fondo de pensiones de nuestros profesores. Para darle mayor pertinencia, personalidad distinta y exclusiva a través de programas académicos únicos.

Promoverla en los Estados Unidos o en la misma América Latina como alternativa educativa, en fin, visión de futuro. Pensar fuera de caja. Pero acá se opta por otra cosa. Lo fácil es darle al palo con el hacha. Tumbarlo para seguir fomentando la desigualdad. Seguir condenado a muchos a su círculo de pobreza.

Yo sin la UPR no hubiese llegado a donde estoy. Soy de una generación familiar que fuimos los primeros en llegar a la universidad. Mis primos y yo logramos dejar atrás el trabajo del campo, digno, serio, honrado, pero laborioso y de penurias de nuestros progenitores.

Gracias a esos estudios llegamos a trabajos bien remunerados. A ninguno de nosotros nos ayudó “una pala” para llegar. No tenemos apellidos rimbombantes, ni títulos que nos preceden. Gracias a esos estudios hemos levantado familia y llevado a nuestros hijos a una educación por encima de la que recibimos.

De eso se trata. De echar pa’lante y llevar a nuestros descendientes a aspirar a algo mejor. No entiendo por qué tenemos que poner la guagua en reversa.

Por eso, y muchas cosas más, voy a defender a la UPR y a sus 11 recintos con mi lengua, con mi pluma y mi presencia. Esta “cool” protestar contra el pobre servicio de LUMA y otros asuntos. Pero la Universidad de Puerto Rico es la joya de la corona que debemos defender todos, hoy, mañana y siempre.

Veremos si el campanazo de conciencia llega.