No hablar de Bad Bunny sería un error garrafal, así que –definitivamente- esta columna tiene que ser dedicada al que logró reunir a los puertorriqueños como en los tiempos en que gritábamos “¡Tito! ¡Tito! ¡Tito!” o cuando Denise se coronó Miss Universo en el 2001.

Lo que vivimos los puertorriqueños el pasado jueves, 28 de julio fue histórico. Todo un país se paralizó para disfrutar del talento del artista número uno del mundo. Y ya puedo escuchar a aquellos que no simpatizan con él, pero la verdad es que es un fenómeno.

Con el conejo malo estamos reviviendo la época en que Frank Sinatra provocaba suspiros, los Beatles conquistaban el mundo, Michael Jackson con su “Moon Walk” hipnotizaba, Ricky Martín nos ponía a bailar al son de “La vida Loca” y Menudo robaba corazones.

Llevo varios días, como muchos de ustedes, leyendo opiniones a favor y en contra y me gustaría dirigir esta reflexión en función de lo que a la mayoría nos provoca Bad Bunny: EUFORIA.

Intentando identificar la palabra correcta para describir a este fenómeno boricua, en una conversación con mi abuelo, este usó la palabra euforia para referirse al artista, y en ese preciso momento comprendí que eso es lo que nos provoca. Anquilosarse en el postulado de que sus letras son chabacanas y una continua falta de respeto, es no mirar más allá.

Nos encontramos ante un artista que no tiene miedo a expresar lo que siente y que conquista el escenario con su energía y don de gente. Un joven de una generación que he tenido que pasar las de Caín y es ejemplo que uno es lo que sueña. Que apuesta a quedarse en su país y hacerse eco de las luchas sociales y políticas en las cuales muchos creemos. En definitiva, un ser humano que está consciente que tiene una voz nacional y es ejemplo del presente de nuestra nación: los jóvenes.

El jueves pasado, este joven fue el responsable de unir a muchas familias para que se sentaran frente al televisor a verle, reunir masivamente en distintos lugares de la Isla a aquellos que no pudieron comprar boletos para su concierto y pudieran disfrutarlo. Además, provocó que durante tres días, personas de distintas edades, clases sociales y géneros se congregaran en el party más grande Puerto Rico.

En la historia de nuestro país nunca un canal de televisión había paralizado su programación durante casi cuatro horas corridas para que el perreo intenso pudiera comenzar. Al que muchos condenan fue capaz de generar empleos y mover la economía con su espectáculo.

Me entristece leer algunos comentarios en donde acusan a Bad Bunny de que los teatros y la Sinfónica estén vacíos. En lugar de ponerlos en contra, creemos nuevas estrategias de mercadeo para que la cultura de nuestro país sea más accesible y me consta que el ICP lo está haciendo.

¡Gracias BB por poner el nombre de Puerto Rico en alto! Gracias por darle visibilidad a las comunidades marginadas y por ser un agente de cambio. Quien no quiera mirar más allá de las gríngolas de sus prejuicios se pierde lo que es un “Verano sin ti”, y no descubrirá la poesía de tus “Ojitos lindos”.

Mi admiración y respeto, tú y tu equipo lo están haciendo bien. Algún día con “Moscow Mule” en mano te daré las gracias a nombre de nuestra gente.