No es la primera vez que escribo sobre la violencia, pero es que tampoco es la primera vez que la violencia es la orden del día. La semana pasada todos fuimos testigos de cómo una mujer le faltó el respeto a un empleado de un famoso establecimiento de comida rápida. Insisto no es la primera vez que esto sucede, pues si no es en un restaurante, es en una barra, en un estacionamiento o hasta en la puerta de tu propia casa.

¿En qué momento perdimos la capacidad de ser tolerantes? Pienso que posiblemente el encierro al que fuimos forzados nos hizo menos tolerantes. Pero, esto no debe ser así, pues vivir en sociedad supone tener la tolerancia y el respeto como estandarte. Como he planteado en otras ocasiones, posiblemente desde siempre hemos sido así, pero como ahora andamos con los celulares como parte de nuestras extremidades somos capaces de visibilizarlo con inmediatez.

Gracias a las redes sociales este tipo de situación se torna viral, pero en lugar de aprender de lo sucedido, nos encargamos de ridiculizarlo. Así no aprenderemos nunca la lección. Me gustaría pensar que la mujer le faltó el respeto al joven empleado, porque estaba pasando por un mal momento. Aún así no existe justificación alguna.

El verdadero ejemplo de todo este lamentable suceso fue el joven empleado, quien con paciencia, respeto y decoro dio cátedra de lo que se supone es un buen servicio. Si el empleado se hubiese puesto al nivel de la cliente, otra era la historia. Lo más triste de todo esto es que el altercado fue frente a la hija de 14 años de la mujer. ¿Qué ejemplo le está ofreciendo esta madre a su hija?

Es responsabilidad de los padres como parte de su proceso de crianza fomentar valores. Los niños y adolescentes deben aprender que los valores facilitarán la manera en que se relacionarán con el mundo externo, con la familia, en la escuela, en fin, en la sociedad. Desarrollar valores permite convivir, ayudar y compartir en las actividades cotidianas. Un aspecto importante es enseñar a los hijos a relacionarse adecuadamente con su entorno social y con las personas que le rodean. Entonces, pues aquí esta madre falló. Es preocupante que la violencia sea nuestra orden del día. ¿Y qué estamos haciendo para combatirla?

Ahora bien, a pesar que la violencia es parte de nuestra rutina diaria, el miedo no puede invadirnos. Y es que me niego a vivir con miedo.

“El miedo no sirve para vivir”, diría Luis Rafael Sánchez en boca de “Antígona Pérez”. Este puño es una invitación a vivir sin miedo. Muchas veces el miedo nos paraliza y no nos permite transitar. A veces el miedo amenaza, acobarda y silencia. Pues no, que no nos vuelva a pasar. El miedo, al contrario de lo que nos han enseñado, debe ser un impulso para vivir. Un trampolín de nuestra existencia. Si te da miedo hacer algo, hazlo con miedo.

Esperemos que el miedo no se convierta en la orden día, pues ya tenemos bastante con la violencia. Nos compete a todos establecer estrategias para fomentar una cultura de paz, respeto, tolerancia, libre de violencia. Si todos como país unimos esfuerzos, sería posible.