Somos muchas las que crecimos con una Barbie en la mano y, a pesar que hay un sector que está harto de la fiebre de Barbie, lo cierto es que a mí me ha hecho revisitar mi niñez.

Desde que comenzó la publicidad referente a la película, es como si se hubiese prendido un botón y viajáramos a través del tiempo. Durante todos estos días me he remontado a cuando la vida, simplemente, era jugar a ser lo que quisiéramos ser y perdernos en el mundo color de rosa.

Cada vez que observo el icónico logo de Barbie, regreso a mi niñez en Villa Carolina, perdida entre las cuatro paredes de mi cuarto de entonces, jugando a muchos mundos paralelos.

Tuve muchas Barbie’s. Demasiadas. Al punto de tener una pequeña colección que mi madre me armó cuando se hizo consciente del amor por la muñeca. Jugaba a la estilista y le pintaba el cabello con témpera; jugaba a las profesiones y -a través de mi imaginación- pasé por muchas, y claro, también emparenté en más de una ocasión a cada una de mis muñecas con los pocos Ken que tenía. No tan solo jugaba con Barbie y Ken, sino que tenía a la familia completa.

Barbie representaba para mí, en ese entonces, el medio para poner a volar mi imaginación.

Hay muchísimos debates sobre lo que representa Barbie, ya que corresponde a los cánones de belleza establecidos por la sociedad. Sin embargo, a través del tiempo, la empresa a cargo de la muñeca ha ido avanzando con las nuevas formas de pensar que ha traído consigo el siglo XXI.

Eso es extraordinario, pues todos aquellos que jueguen con la muñeca posiblemente encuentren un modelo que las represente. Aún así, el mundo de Barbie es maravilloso. Estoy segura que habrá quienes piensen que la muñeca representa la frivolidad en su máximo esplendor, pero este tipo de comentario lo tomo con pinzas. Barbie es mucho más que eso. Esta representa esa figura que invita a quienes juegan con ella a soñar sin límites y apostar a su potencial.

Barbie es símbolo de evolución, cambio, así como es la vida misma. En artículos que leí para solidificar mi línea de pensamiento, descubrí uno que apalabra perfectamente la imagen que tengo de Barbie: “Asimismo, con su amplia variedad de muñecas y accesorios, Barbie promueve la inclusión y la diversidad, fomentando una mayor representación para que los niños y niñas puedan interpretar aún más realidades del mundo que les rodea. Hoy en día, Barbie cuenta con una de las líneas de muñecas más diversas y presenta una enorme variedad de tonos de piel, tipos de cuerpo, peinados, discapacidades y modas a elegir”.

Por lo que cualquier persona se puede sentir identificada.

Es cierto que el mundo no es color de rosa y tal cosa como la perfección no existe, pero sí podemos, a través de un mundo ficticio, potenciar nuestra creatividad y poner a correr nuestra imaginación.

El mundo rosa de Barbie supone una posibilidad de soñar despiertos y pensarnos de múltiples maneras o, al menos, eso es lo que siempre he sentido desde la primera vez que tuve una Barbie en mis manos.

Imagino que habrá muchos que no estén de acuerdo con mi punto de vista, pero así veo a la muñeca, o al menos eso es lo que ha significado para mí. Aún no he visto la película, pero estoy ya sacando mis mejores galas color rosa para ir a verla junto a mi mamá y mi hermana, pues es un amor que nos une. ¡Que viva Barbie hoy y siempre!