Escribo minutos antes de subir a escena para la tercera función de “El Juego del Cabr#8-n” y, mientras espero para el encuentro con el público, inevitablemente, pienso en todos los colegas y compañeros actores que en este preciso momento subirán a escena también.

Y es que desde hacía años no se veía en nuestro país un furor colectivo por las artes escénicas. Desde que -de a poco- hemos ido recuperando nuestra normalidad, el resurgir en el teatro ha sido impresionante, son cada vez más los proyectos que se gestan para alimentar el espíritu cultural de nuestra nación.

Saber que hay una obra de teatro distinta paralelamente representándose en los escenarios principales de nuestro país me hace muy feliz. Esto es sinónimo de que está vivo el taller teatral boricua.

Musicales, parodias, clásicos, microteatro y comedias son algunos de los géneros que están cobrando vida en las tablas. Por lo que nos encontramos en un buen momento.

Los jóvenes que aspiran a algún día materializar sus sueños en esas tablas, lo ven cada vez más cerca. Nuestro público tiene la posibilidad de disfrutar de una cartelera teatral variada reflejando todo el talento que es capaz de producir nuestra amada tierra. Quien diga que nuestro teatro está muerto, miente.

En nuestro país se escribe, se dirige, se actúa y se produce buen teatro. No tenemos nada que envidiar a los otros países. Este resurgir me hace pensar en la época de Teatro del 60, Producciones Candilejas, Producciones Contraparte, Anamú, entre otras compañías que durante mucho tiempo mantuvieron viva la escena teatral. Dentro de los aciertos de este momento del cual soy testigo y cómplice, está la integración de diferentes generaciones en escena.

Mientras voy escribiendo esta columna, la sonrisa se me dibuja en los labios y el corazón se me acelera. Siempre soñé con este momento y lo estoy viviendo a plenitud. Es hermoso subir al escenario pensando en todas las personas que, posiblemente, con mucho sacrificio han hecho hasta lo imposible para regalarse un ratito de cultura.

Desde el escenario se observan los rostros de felicidad de quienes se han congregado para vernos. ¡Qué gran responsabilidad la nuestra! Ahora mismo hay un grito silente por parte de nuestro público de soltar todo lo que nos abruma como país; necesitamos reír, sentir y pensar.

Peter Brook afirmaba que “cuando el teatro es necesario, no hay nada más necesario”, y así lo creo. Imagino que René Marqués, Victoria Espinosa, Dean Zayas y todos los que tanta gloria le han dado a nuestro teatro estarán bailando en un solo pie en el cielo.

¡Gracias, maestros, porque su trabajo no ha sido en vano! ¿Saben?, ha valido la pena. Ojalá y esta buena racha nos dure por mucho tiempo. Ojalá y cada vez más sea el público el que se dé cita en los teatros y sean más los fondos que apoyen las artes escénicas. Este “boom” afirma la importancia de la cultura en un país, ya que es el corazón de un pueblo. ¡Que viva el teatro! y gritemos al unísono: “¡Que suba el telón!”