Hace unos cuantos días tuvimos que visitar una sala de emergencias. Inevitablemente, imaginamos lo que nos esperaba. Al llegar a las 7:30 de la noche, aproximadamente, nos encontramos con una aparente sala vacía, pero a medida que fue pasando el tiempo, nos dimos cuenta que había pacientes que llevaban desde las 8:00 de la mañana y aún no habían sido atendidos.

Según pasaban los minutos, éramos testigos de cuánto tiempo llevaban muchos de los que en la sala esperaban. Como a las dos horas de espera, decidí conversar con una enfermera. Al encontrarme con ella, lo primero que vi fue un par de ojos cansados, no pude contenerme y le pregunté: “¿cómo estás?” La enfermera sin titubear respondió: “Cansada, estoy doblando turno”. Inmediatamente, empaticé con ella.

Seguido de su confesión me dijo: “Somos solo cuatro enfermeras; hay tres médicos, dos dándole seguimiento a los casos que tenemos y uno solo viendo pacientes nuevos. Prepárate, que esto va pa’ largo”. Ser testigo de que nuestro sistema de salud está en crisis, me preocupó.

Regresé a la sala de espera con los ojos cansados de la enfermera tatuados en mi corazón. No podía dejar de pensar que la salud de nuestra gente está en peligro. Para mí es inaudito que, en una sala de emergencias, las horas de espera sean tan largas, porque si uno acude a una sala de emergencias, es porque en efecto es una emergencia y no se vale esperar tanto.

A pesar de todo el agotamiento que se sentía por parte de todo el personal de emergencias, ellos hicieron de tripas corazones e intentaban dar su mejor cara y su mejor servicio. Escribo esta columna desde la preocupación que me invade.

Tan reciente como el 30 de diciembre de 2022, salió un artículo en la web el cual visibiliza esta crisis de la que hablo. Una crisis que va más allá de la crisis de la fuga, porque es de conocimiento popular que nuestros médicos están apostando a irse la Isla, ya que les ofrecen mejores salarios. A esta crisis se le suma la crisis hospitalaria y quiebra, como es el caso del Hospital San Jorge y posibles cierres de instituciones médicas.

El presidente de los médicos colegiados, Carlos Díaz, estableció que la situación económica en nuestros hospitales “es macabra”; se la atribuye a “que esta situación se da en el contexto de una reforma de salud que ya lleva 30 años y que, en su apreciación, ha sido desastrosa para el país, porque ha colocado a los planes médicos privados al mando de un servicio esencial”. La pregunta obligatoria es ¿qué está haciendo el sistema para proteger a nuestra gente?

Lamentablemente, quienes más se afectan de esta crisis son nuestros pacientes. Me dolía el alma ver, sobre todo, personas de edad avanzada en la sala de emergencias, en la espera de su turno, muchos de ellos solos.

La carga que tienen los médicos y enfermeros es enorme. Si el personal médico está gastado física y emocionalmente el servicio no será el mejor, y nuestros pacientes no recibirán el trato que se merecen. No podemos hacernos de la vista larga y es imperativo buscar soluciones a este problema que nos aqueja. Es momento de priorizar esta situación que nos afecta a todos.

El 2 de agosto de 2022, en El Nuevo Día salió un artículo que establece que: “la clase médica del país se ha reducido a la mitad -a unos 9,000- en los últimos 13 años debido a la fuga de estos profesionales en busca de mejores salarios y beneficios”. ¿Qué estamos haciendo para retenerlos? Es la vida de nuestros pacientes la que está en juego.

Ya que las Fiestas de la Calle San Sebastián culminaron y fueron un éxito y nuevamente Puerto Rico participó de la Feria de Turismo en España, es hora de prestar atención a la salud de nuestra gente. Merecemos un sistema de salud digno.