El otro día llegué a mi casa y me recibieron dos hermosos gatos.

No era la primera vez que lo hacían. En más de una ocasión han sido ellos quienes me han escoltado hasta la puerta del “lobby” del condominio. Pero sucede que, recientemente, en la puerta del vestíbulo me encontré con una carta indicando que los residentes no deben alimentar los gatos realengos y que ya habían puesto trampas en los alrededores para terminar con ellos.

Inmediatamente, recordé un reportaje que presentaron en el programa de fiscalización “Rayos X” (Telemundo) en donde reseñaron de manera excelente la presencia de más de 300 perros abandonados en las inmediaciones de la antigua base Roosevelt Roads. Y así como estos dos casos que presento, hay muchísimos más y los centros que acogen estos animalitos no dan abastos.

Recuerdo que, en 2017, tras el paso del huracán María, fueron miles los animales abandonados.

En esa ocasión, los refugios de animales no podían lidiar con la situación, pues era cada vez más la gente que se unía al éxodo masivo y dejaban a sus mascotas. Algo más o menos igual está sucediendo en estos momentos. Son entre medio millón de perros y más de un millón de gatos los que viven en las calles de nuestro país, sin contar los caballos, cerdos, gallos, entre otros animales que se suman a la lista. ¿Qué sucede? Que al ser tantos los animales que requieren atención, es más el dinero que hace falta para que los centros de control y rescate puedan seguir operando. Y cada vez es menos.

En un reportaje reciente, Sharon Deliz -vicepresidenta de Rabito Kontento, uno de los proyectos que realiza una labor encomiable en pro de nuestros animales y que están en una campaña de recaudación de fondos para mudarse a otro espacio, pues el que tienen en Hatillo se ha hecho pequeño por todos los animales que reciben-, indicó que: “Los perros y gatitos que uno ve en la calle o en los albergues son producto directo de la gente irresponsable que los abandona. La moda es tener puppies y, cuando crecen, ya no los quieren”.

Al leer sus palabras, me uno al reclamo que previamente se ha hecho, el cual invita a que el gobierno tome cartas en el asunto.

Urge crear una campaña de educación en pro de nuestros animales. Se deben destinar fondos a todos los municipios para que estos puedan abrir centros de rescate de animales con el personal especializado en el área. De esta manera no sólo se está llevando a cabo un bien social, sino que también se están generando nuevas fuentes laborales.

Está en tendencia tener mascotas, pero debe ser tendencia cuidarlas responsablemente y ahí muchos fallan. Atender una mascota, requiere el mismo compromiso que atender a una planta, a niños y hasta ancianos. Las mascotas exigen atención, cariño y, más allá de ser una compañía, es una vida que depende del cuidado del ser humano. Es cierto que su instinto de supervivencia los mantiene vivos, pero son demasiados los retos que deben superar cuando están en la calle y en las peores condiciones.

Entre los derechos fundamentales de los animales se encuentran que: a) Todo animal tiene derecho al respeto. b) El hombre, como especie animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a los otros animales o de explotarlos, violando ese derecho. Y me parece que estos dos derechos han sido olvidados.

Si como país nos hiciéramos conscientes que debemos apoyar a todas las entidades que, con amor, respeto y compromiso, velan por el bienestar de nuestros animalitos, sería muchísimo más grande la red de apoyo. Se necesitan manos, pero también se necesitan recursos que solidifiquen la gesta de todos ellos. De igual manera, se necesita que el gobierno se haga eco de estas iniciativas y aporte para que la labor pueda continuar rindiendo frutos.