Se ha desatado toda una problemática sobre la importancia de instalar abanicos y aires acondicionados en las instituciones públicas de Puerto Rico, tras la fuerte ola de calor que hemos estado experimentado. Hay muchos que piensan que es changuería y que el calor es una excusa de nuestros estudiantes para no estudiar. Pero la pregunta imperativa es ¿hemos pensado cómo la temperatura, los espacios y facilidades influyen a la hora de estudiar?

El hecho de fomentar un buen ambiente escolar favorece una convivencia sana. Mientras más cómodos nuestros estudiantes estén, mejor rendimiento académico tendrán. Y, oye, basta ya que nuestros niños y jóvenes sean quienes más sufran los estragos de años de mala administración.

Tan reciente como el mes pasado, el gobernador Pedro Pierluisi vetó silenciosamente un proyecto de ley que exigía sistemas de aire acondicionado para las escuelas públicas.

He escuchado en más de una ocasión que nuestros estudiantes y maestros pasan la vida quejándose, pero es que con razón se tienen que quejar, si las condiciones de los planteles escolares son deplorables. Y así no se puede. También he escuchado el otro discurso que hace alusión a los años pasados, específicamente la época de nuestros abuelos y padres. Pero ese Puerto Rico, ya cambió. Es cierto que ellos trabajaron nuestras tierras a fuerza de sudor y sacrificios, pero era otra época y el clima era diferente. Anquilosarnos a ese discurso, en lugar de hacernos avanzar, nos atrasa, y hasta me atrevería a decir que justifica que al día de hoy seamos colonia.

Ha circulado por los rotativos del país que ya el Departamento de Educación ha comenzado de a poco a establecer medidas que incluyen mantenimiento a más de 6,000 fuentes de agua en las escuelas, habilitar centros de hidratación en puntos estratégicos y la adquisición de abanicos y acondicionadores de aire para instalar en los salones, pero falta mucho más que eso. Falta que entendamos más allá de las gríngolas del privilegio que es importante atender esta situación que afecta a nuestros muchachos. ¡Qué fácil es criticar desde una silla con aire acondicionado!

Cada vez que escucho comentarios que vienen desde el privilegio, me reafirmo que las pruebas que hemos enfrentado como país no le han enseñado mucho a algunos. Me da mucha tristeza escuchar hablar con indiferencia y frivolidad sobre la situación con nuestros estudiantes. Insisto, sobre todas las cosas, que el privilegio no nos ciegue. Y es que muchas veces pasamos juicio y no vemos mucho más allá. Olvidamos que no es cierto que todo tiempo pasado fue mejor.

La próxima vez que nos quejemos de calor, porque tenemos claro que las temperaturas siguen cambiando, no olvidemos a nuestros maestros y estudiantes que están pasándola fatal.

El privilegio no debe cegarnos, al contrario, debe empujarnos a luchar por justicia social y condiciones dignas en nuestras escuelas. El discurso, en lugar de ser uno que condene a nuestros maestros y estudiantes, debe ser uno en donde se resalte la labor que hacen.

Y que conste que esta columna no es con ánimos de criticar destructivamente nuestro sistema, es una reflexión de cómo debemos priorizar todo aquello que afecta a nuestra gente. Es una observación con el fin de buscar soluciones. El cambio climático es evidente, ¿qué estamos haciendo para asegurarnos que estaremos bien?

“El cambio climático está afectando a la gente y a los ecosistemas de todo el mundo, y esperamos que muchos de estos impactos se intensifiquen con el calentamiento continuado”, dijo Katherine Calvin, científica jefe y asesora principal sobre el clima en la sede de la NASA en Washington.

“Nuestra agencia observa el cambio climático, sus impactos y sus agentes impulsores, como los gases de efecto invernadero, y nos comprometemos a proporcionar esta información para ayudar a la gente a planificar el futuro”, añadió.

Debemos, entonces, como país, comenzar a trabajar en medidas que tengan en cuenta los cambios climáticos y que protejan a nuestra gente.

Apostemos a la solidaridad y a la empatía, sé que puede sonar utópico, pero en la medida que seamos más quienes lo practiquemos, un mundo más justo será posible.