Fue en 1991 cuando supe de su existencia. Para ese entonces, él llevaba su cabello largo y pantalla de argolla estilo gitano. Yo apenas tenía cinco años, pero su voz y su mirada fueron un “disparo al corazón”.

Tengo un amor desde los años 90. Sí, desde que soy niña amo al mismo hombre. Muchos se preguntarán cómo una niña podría amar a un hombre, pues es que el hombre del que me enamoré en el 1991 ha sido mi amor hasta hoy. Ese hombre es Ricky Martin. Estoy segura que ha sido el amor de muchas y muchos desde hace años.

Lo admito, soy una fan enamorada.

Todo comenzó cuando lo vi en la novela “Alcanzar una estrella” y remató cuando por primera vez le escuché cantar “El amor de mi vida”. Desde ese entonces supe que él era el amor de mi vida. ¡Ay, Padre! Esto parece casi una declaración de amor, pero no lo es, más bien es una confesión.

Les cuento que cuando niña tenía carpetas llenas de fotos y recortes de periódicos sobre él y no puedo dejar de mencionar que también tuve las libretas. Esos eran los mejores días en la escuela, pues me daba gusto estudiar cuando le veía. Estoy segura que hubo muchas que eran como yo. Y ni hablar que tuve los cassettes, cd’s, toda la música en iPod y ahora en Spotify.

El tiempo fue pasando y su carrera fue avanzando y mi amor por él seguía creciendo. Enloquecía cada vez que lo veía bailar “La vida loca”, o cuando me invitaba a bailar el “Shake Your Bon Bon”; y ni hablar cuando cantaba a todo pulmón “La copa de la vida”.

Y debo decir que el momento cúspide de mi amor por él fue cuando escuché “Fuego de noche, nieve de día” y la que confirmó que mi amor era profundo fue “Disparo al corazón”. Nuestro amor se consumaba cada vez que lo veía a lo lejos en cada concierto que he ido.

Les hago este cuento para que entiendan lo que he vivido durante estos años. Nuestra cita más reciente fue este pasado domingo. A las 5:55 p.m. aproximadamente fue nuestro encuentro. Con la complicidad de mi esposo, y de todos los que estaban a mi alrededor, contaba los segundos para que por fin saliera al escenario.

Tan pronto lo vi, grité y la emoción invadió mi cuerpo como la primera vez. Y en cada segundo del encuentro, suspiré, bailé y le contemplé. ¡Gracias Ricky! Tu música, tus bailes, tu conciencia social y política, tu todo tú, son las cualidades que me llevan a admirarte, respetarte y amarte. ¡Gracias por ser mi relación amorosa más larga! ¡Gracias, porque contigo he crecido!

Qué lujo de espectáculo y qué orgullo enorme ver a nuestra Orquesta Sinfónica acompañando al astro boricua.

Definitivamente, este concierto fue distinto a los demás. Una vez más, quedó demostrado el tipo de artista que es nuestro ídolo puertorriqueño.

Era él, su energía, su magia, sus músicos y la complicidad de su fanaticada. En cada nota musical, cada suspiro que nos hacía suspirar junto a él y en cada movimiento hizo vibrar a miles de personas. No en balde es una gloria de nuestra nación.

¡GRACIAS, RICKY! ¡Gracias al maestro Ángel “Cucco” Peña! ¡Gracias a la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico! Y gracias a la producción de Tony Mojena Entertainment por regalarnos dos noches en donde completamos nuestra “asignatura pendiente” y lo que vivimos, indiscutiblemente, fue una “bomba”.

Ustedes que me leen, gracias por ser testigos de este amor con sabor a bombón de azúcar. ¡Que viva Ricky Martin!