¡Qué buen momento para estar vivos! Eso era lo que pasaba por mi mente mientras miraba la final de la FIFA entre Argentina y Francia, el pasado domingo. Definitivamente, fue un juego no apto para cardíacos. La tensión que se sentía una vez Francia empató, nos puso los nervios de punta. A pesar de que es muy poco o casi nada lo que sé sobre el fútbol, reconocía que este partido significaba mucho para muchos.

Me di a la tarea de investigar un poco y consultarle a mi cuñado, quien fue jugador y es un experto en la materia, para no estar tan perdida mientras disfrutara del juego. Como a muchos, el espíritu argentino invadió mi sistema y cada vez que anotaron un gol, los gritos se escuchaban en toda la casa. Fue un juego que muchos recordaremos. Comenzando por lo que significaba que, 36 años después, Argentina volviera a convertirse en el campeón del mundo. De igual manera, Lionel Messi se ha consagrado como el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos.

Pero no se ha consagrado solamente como deportista sino como ser humano, pues según ha circulado a través de las redes sociales, él había mencionado: “No me interesa ser el mejor de la historia, no me lo propuse nunca: ni ser el primero, ni el segundo, tercero o cuarto. No me considero el mejor, creo que soy un futbolista más. En la cancha al final somos todos iguales cuando comienzan los partidos. Eso sí, siempre trato de superarme. Siempre fui así. Sin la ayuda de mis compañeros no sería nada de nada. No ganaría títulos, ni premios ni nada. Me preocupa más ser buena persona que ser el mejor jugador del mundo. Al final, cuando se termine todo esto, ¿qué te llevas? Mi intención es que cuando me retire se me recuerde por ser buen tipo. Me gusta hacer goles, pero también tener amigos entre la gente con la que he jugado. Es bueno que te valoren como persona”. Y sin duda alguna lo ha logrado, se convertido una vez más en el ídolo de muchos.

Recientemente, en nuestro país se ha hecho viral la imagen de un niño, Diego Ortega, quien corría en dirección contraria tras haber ganado los 300 metros en su categoría en el Campeonato de Campo Traviesa en Cayey, y esto no por una equivocación, sino más bien por una buena acción. El niño corrió para ayudar a su principal contrincante, Yozuam Román, y ayudarle a cumplir la meta, ya que este había confrontado problemas en la carrera. Este niño le dio sentido al deporte, demostrando que más allá de ganar la carrera lo que importa es lo que ganamos como seres humanos, y eso habla sobre los valores que la familia le ha inculcado a este pequeño. Estoy segura que a Diego ni mucho menos a Yozuam se les va a olvidar ese día.

Diego y Yozuam, metafóricamente hablando, son los Messi del mañana, los que le dan sentido al deporte. Los que nos enseñan a través de sus actos la importancia de los deportes en una sociedad. Aquellos que practican deportes, o alguna disciplina de las artes escénicas, más allá de desarrollar sus habilidades, descubren el valor de la disciplina, rigurosidad, entrega, pasión y sacrificios.

La familia de Diego debe sentirse muy orgullosa de tener un hijo como él, pues su trabajo ha valido la pena. En un país en donde las primeras planas son ocupadas por crímenes, actos violentos, política y desgracias, es hermoso ver cómo nuestros niños nos devuelven la esperanza, reafirmándonos que no todo está perdido.

De la final, además de guardar en mi corazón el triunfo de Argentina, se me queda en la memoria la voz del comentarista argentino de Telemundo, celebrando con lágrimas y emoción total el triunfo de su país. Él nos hizo llorar a todos y sus palabras conmovieron nuestro corazón latinoamericano. Un aplauso de pie para Argentina, Campeones de Qatar en la Copa Mundial 2022.