Este fin de semana visité Arecibo, uno de los municipios que ha registrado las temperaturas más altas desde que inició esta ola de calor el mes pasado. Las advertencias y avisos de calor casi a diario han recaído sobre este pueblo, y otros municipios cercanos como Hatillo, Camuy y Barceloneta.

Pude experimentar una pruebita del impresionante índice de calor de sobre 100 grados en estos municipios de la zona norte y créanme que está duro. No quiero imaginar vivirlo todos los días.

Fue este pasado junio el más caliente en la historia de Puerto Rico y en todo el planeta. Julio pareciera que va por el mismo camino, por lo que estamos condenados a depender de acondicionadores de aire para sobrevivir a este terrible calor. Aunque la factura de energía se eleve a la estratosfera, la realidad es que no queda más remedio, pues el calor tiene consecuencias incluso para la salud.

Y por supuesto no se puede dejar fuera la densa bruma que nos arropa por tres o cuatro días en cada incidente.

La nube de polvo del desierto del Sahara, que trae la misma ruta de los huracanes, es sumamente dañina también para un país donde el asma es una de las condiciones de salud más comunes. Entonces, no puedes aliviar el calor en el exterior a causa de la bruma y en el interior hay que usar acondicionadores de aire.

El detalle es que, en algunas ocasiones, aunque usted esté ya resignado a pagar más por la luz, y quiera prender su acondicionador de aire, no le será posible, porque según llegó el calor, llegaron los apagones selectivos del sistema eléctrico.

Le llaman “relevos de carga”, pero por más sofisticado que suene el término, lo que quiere decir es que usted se va a quedar sin luz. Ya sea porque la generación de energía, sencillamente, no es suficiente para atender la demanda que ahora a causa del calor es mayor; o porque hay que realizar reparaciones que requieren interrumpir el servicio por horas. En cualquier caso, nos quedamos sin servicio cuando más lo necesitamos, en medio de esta ola de calor infernal.

Hay que preguntarse por qué estamos, casi seis años después de María, sufriendo todavía las mismas vicisitudes. ¿Por qué, si se han asignado más de $15,000 millones para la reparación de la red eléctrica, no hemos mejorado ni un poquito? ¿Por qué, si se aprobó una ley de reforma energética que establece metas específicas estamos tan lejos de cumplirlas? Por ejemplo, se supone que en dos años, nuestro sistema esté generando el 40% de la energía de fuentes renovables. Hoy no llegamos a 5%, asi que es poco probable que ese número aumente lo suficiente antes del 2023.

Otra meta no cumplida, es que se supone que paguemos menos por la electricidad. Eso fue parte de la promesa que llegó con la famosa reforma que viabilizó la privatización del sistema. Pero ya tenemos dos empresas a cargo de la red y no ha cambiado nada.

Peor aun, en las próximas semanas o meses habrá que añadir a la facturita, el pago de la deuda y de las pensiones de los jubilados de la Autoridad de Energía Eléctrica. Ni los jubilados, ni los abonados tenemos culpa ni responsabilidad en el descalabro del sistema eléctrico, pero lo vamos a pagar y bien caro. Y mientras tanto, las condiciones del tiempo nos obligan a depender del sistema que sigue siendo costoso y deficiente.

Y le irá peor a los que no puedan salir de él, por ejemplo, instalando placas solares; los que no cualifican para ayudas para sistemas renovables; los que viven en condominios; los comercios; las industrias. Esos seguiremos siendo rehenes del desastre energético.