Se podrían establecer muchísimas semejanzas entre los deportes y las artes.  Quizás las más obvias son la popularidad de ambas ramas, cuyas principales figuras –algunas con más méritos que otras– son consideradas estrellas y admiradas por las masas, y la espectacularidad, es decir la “teatralidad” que se realiza en una cancha o un ring de boxeo, por ejemplo.

Sin embargo, en este espacio me interesa resaltar otros aspectos que considero más importantes, como la pasión que generan y la belleza que poseen tanto los deportes como las artes.

Por ejemplo, un pitcher, un boxeador o un futbolista necesitan tanta precisión y preparación como un músico para tocar su instrumento, con horas de práctica y ensayos en conjunto para que todo quede bien. De igual forma, un nocaut,  un gol perfecto, el canasto o el batazo de la victoria pueden generar una emoción similar a la que produce una buena canción, una obra de teatro o hasta un poema.

La grandeza de Michael Jordan, por ejemplo, no se limita a números o estadísticas. Desde mi perspectiva de adolescente en los años 90 del pasado siglo y repasando ahora de adulto, lo de Jordan también tenía  mucho que ver con la estética de sus movimientos, la belleza con la que se elevaba para donquear o lanzar un tiro brincado, además de los campeonatos.

Pero, en el deporte, no importa cuánto se practique, el desarrollo de un partido, una pelea y sus resultados finales son siempre inciertos, a diferencia de un concierto o una obra de teatro en los que, aunque pueden presentarse problemas imprevistos, sí hay un libreto.

Gracias a que la estrategia en el deporte no garantiza los resultados deseados, las emociones que desatan cada punto, cada carrera, cada gol, cada golpe y  la victoria o la derrota pueden ser tan intensos o más que el final de una película o al escuchar en directo la interpretación de una de nuestras canciones favoritas.

Además, hay muchas instancias en las que el deporte es parte, por ejemplo, de la música –muchas canciones y versos utilizan imágenes y temas deportivos–  o del cine o la literatura; y viceversa, como el simple hecho de que no hay un partido de cualquier deporte o pelea de boxeo en los que no haya música. Igualmente, creo que no existen atletas que no escuchen música o vean películas, al igual que vemos regularmente a figuras de las artes ser parte del público que asiste a eventos deportivos.

Los invito a que participen activamente –lean, compartan, comenten– estos temas y muchos más, entre análisis y opiniones deportivas que aparecerán de ahora en adelante en “DepArte”.

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